Por
Javier Valenzuela
Señor presidente del Gobierno, señor líder del
principal partido de la oposición, señorías, el estado de la nación es penoso, no les descubro nada nuevo.
España se ha convertido en el enfermo de
Europa, en el papel que ocupaba Grecia hace uno o dos años. De un
lado, la recesión, con sus compinches los despidos y los recortes, provocan
tremenda angustia y sufrimiento en la gran mayoría de sus ciudadanos. De
otro, los escándalos de corrupción
ofrecen una imagen gansteril de sus élites políticas y empresariales.
Como telón de fondo, el agotamiento del modelo político e institucional forjado
en la Transición y el hundimiento del modelo económico basado en la
especulación financiera e inmobiliaria.
No es de extrañar que la revista The New
Yorker consagre un largo reportaje a España titulado La
resaca, The Hangover. Y van… El desmoronamiento de España fascina
a una prensa internacional que hace apenas un lustro ponía a este país como
modelo universal de éxito en lo político, lo económico, lo cultural y lo
deportivo. Para corresponsales y enviados especiales, España es hoy un pedazo
de historia.
Señorías, nos piden ustedes a los
periodistas que no contribuyamos al descrédito de la política democrática.
Permítannos que, con el debido respeto, les devolvamos la pelota. Para ser
respetado hay que merecerse el respeto. ¿Se lo merece una jefatura del Estado
que ha amparado a un presunto chorizo y cuyo titular se va a cazar elefantes en
plena crisis? ¿Se lo merece un Gobierno que incumple su palabra, hace sufrir
sañudamente a los más débiles, actúa con talante autoritario y es sospechoso de
estar gangrenado por la corrupción? ¿Se
lo merece un principal partido de la oposición que propone ahora lo que no hizo
hace apenas un año y pico? ¿Se lo merecen tantos profesionales
de la política que se resisten a renunciar a sus coches oficiales, sus dietas y
sus comedores subvencionados? ¿Se lo merecen unos partidos de gobierno
–de antes o ahora, en Madrid o en las capitales autonómicas- que han
compadreado con banqueros y empresarios desalmados cual miembros de una misma
familia?
Intenten ganarse el respeto ciudadano,
altezas, señorías y presidentes de los consejos de administración.
Limpien y renueven la jefatura del Estado, reformen en profundidad la política,
las instituciones y la Constitución, promuevan una cultura empresarial de la
innovación, el esfuerzo y el largo plazo. Limpien debajo de las alfombras y
abran las ventanas. No nos pidan a
nosotros, los periodistas, que amordacemos la indignación de la gente, que nos
les hagamos a ustedes las preguntas que están en boca de todos, que nos
convirtamos en sus cómplices. Hagan ustedes su trabajo, que
nosotros hacemos el nuestro.