REDACCIÓN.-A.RICO.-Es tiempo de rumores, un manantial que no cesa: tras la confirmadísima separación de Raquel Revuelta y Miguel Ángel –él parece que está deprimido y recurre a copas de más–, otra ruptura, la de Kiko Matamoros y Makoke, ha conmocionado aunque sin asombrar. Parecía cantada, y Makoke me cuenta que «se gestaba desde hace dos años, Kiko se ha llevado hasta los cuadros». Ella se ha refugiado en casa de una amiga hasta que dejen tranquilo y libre el hasta ahora cálido refugio matrimonial. Hablan de terceras personas, un tal Raúl que, según ella afirma, «tan sólo es un amigo». Kiko pasa horas bajas, vive empastillado, según me cuenta su todavía esposa, y no levanta cabeza. La ruptura coincide, porque las desgracias nunca vienen solas, con problemas económicos derivados de haber patrocinado a boxeadores que no funcionaron. «Lo de Makoke supone la puntilla», certifican allegados a la pareja.Con otro carácter
Mientras, la sofocante Marbella, donde lo del microclima parece haber pasado a la historia por culpa de los últimos vientos africanos, muestra su regocijo ante lo que se avecina como una moda: desde que José María Aznar cambió su dúplex de Guadalmina Baja por la casa con piscina y jardín junto al hoyo 18 del golf de Guadalmina Alta, le ha dado otro carácter a la zona. Ana Botella y el ex presidente no han ganado mucho en metros –su hija Anita ha alquilado otra casa en Sotogrande por 60.000 euros mensuales–, pero sí en calidad, amplitud y perspectiva. Pero lo que más asombra que haya plantado un mástil donde no deja de ondear la bandera española, casi el estilo ya clásico de Ana Gamazo de Abelló en su refinado casoplón del Marbella Club. ¿Estamos ante un españolismo exacerbado, siempre mantenido en Marbella, o sólo emulan algo habitual en Estados Unidos, donde las barras y estrellas pueden verse en todas partes? Lo que allí casi es un exceso aquí se torna en miedo y un pacatería casi antipatriótica, igual que hablar del «país» obviando España o permanecer sentado al ver pasar el símbolo de otra nación, como hizo Zapatero en aquel inolvidable desfile militar en el que quedó como un patán pueblerino y rencoroso.
En tanto, Felipe González sigue en casa de su cuñado, Pedro Trapote, mientras su cuñada, Mar García Baquero, ya no recuerda el mal superado. Por eso, a ellos les sugiero también la colocación de una bandera española. Sería un doble homenaje: a nuestra enseña y al presidente tan añorado por los socialistas. Lo cierto es que en Marbella todos los que van a jugar al golf hinchan el pecho ante la rojigualda que ondea airosa, más que desafiante en la quintaesenciada zona marbellí, ya refugio de muchos que huyen del terror y la extorsión etarra.
Dentro de mis propuestas, que algunos tomarán por patrioteras, ¿por qué Tita Cervera no hace ondear sobre su casa otra bien visible o acaso el pendón familiar? Dicho queda. Sería un buen tema para que Ximo Rovira debute mañana como nuevo y necesario presentador de «¡Vaya par!». Seguro que impondrá su magisterio, impartido durante ocho años en «Tómbola»
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