lunes, 11 de marzo de 2013

Rubalcaba se aferró al vaso y dio una "exclusiva" sobre Corinna Larsen


El dirigente socialista se puso duro con el de Ponferrada que se le ha subido a las barbas mientras La Sexta se decantó por otras alternativas más "sui generis" con el acosador mutante.

LAEDICION.NET Alfredo Pérez Rubalcaba parecía haber escuchado por los pasillos de Telecinco una frase de Francisco Marhuenda, en esos momentos, en La Sexta Noche: "Me gustaría que hubiera un PSOE con ideas claras". Porque ese fue uno de los argumentos del máximo dirigente socialista en su entrevista en El Gran Debate. Que fue, por cierto, el acontecimiento de la noche. Las cosas como son.

La guerra de guerrillas de
La Sexta recurrió a las stars del debate, de Ernesto Ekáizer a Inés Sabanés pasando por Antonio Martín Beaumont, con un Eduardo Inda tildando de "tipejo" a Ismael Álvarez y un Germán Yanke con su clásico traje de rayas que se ganó el aplauso del público cuando abrió turno con una frase antológica: "Da un poco de asco todo".

Lo de
Yanke iba por los sucesos de Ponferrada, donde un acosador condenado, Ismael Álvarez, concedía la victoria al PSOE en moción de censura, desbancando al popular Carlos López Riesco y aupando al poder a Samuel Folgueral. Y, de paso, abriendo una señora crisis en el seno de Ferraz, con el ridículo de su tercero, Óscar López, y de la autonómica castellanoleonesa socialista.

El tal
Folgueral, actualidad obliga, ocupaba el arranque de la entrevista a Rubalcaba en El Gran Debate, donde los cuatro periodistas invitados a formular preguntas -Jesús Cintora, Antón Losada, Isabel Durán y Pilar García de la Granja- destacaban que el gesto de Rubalcaba merecía aplauso. Jordi González se ocupaba de resaltar que el dirigente del PSOE iba sin condiciones y Losada aprovechaba la previa para meterle un cuerno a Mariano Rajoy contraponiendo la actitud del invitado con la del presidente del Gobierno "que rehuye la prensa".

Pero el inicio fue un face to face entre
González y Rubalcaba, al que el maquillaje no le sentó muy bien, pues le mostraba casi blanquecino y poco natural. El arranque no pudo ser peor: video sobre el asunto ponferradino mientras la cámara mostraba un rostro serio, preocupado, del secretario general del PSOE. Fue ahí donde Rubalcaba echó mano del vaso de agua, que ingirió a sorbitos. Así continuó durante el encuentro, pegando tragos en los momentos en que los enfoques se lo permitían.

Sin embargo,
Rubalcaba, pese a cierta tartamudez, no le tembló el pulso en lo de Ponferrada. "O deja la Alcaldía o deja el partido", fue el remate a su declaración de principios, que le había llevado a afirmar que Folgueral "si no se va no será alcalde de Ponferada por el PSOE". Habrá que ver si el aludido se da por enterado, si es que, una vez trincado el bastón, no le importan un pito las amenazas pese a lo que empeña Ferraz en este pulso: el ya de por sí mermado crédito de su patrón.

Un patrón que aseguró mantener su petición de dimisión a
Rajoy, que "ha atado su suerte a Luis Bárcenas", y que se cobró su venganza sobre María Dolores de Cospedal y sus acusaciones, en tiempos, contra la Policía cuando era ministro de Interior. "Trataba de amedrentar porque sabía lo que había", juzgó sobre la inventora de los pagos en diferido. Algo en lo que, casi a la misma hora, coincidía con Cayo Lara en La Sexta, que acusaba al PP de haberles denunciado para "amedrentar".

Claro que se mostró menos tajante cuando apareció el nombre del campeón
José Blanco, cuyas reformas hogareñas pagadas por Interior disculpó con una explicación formal: se hicieron por seguridad, siguiendo un informe policial, y con cargo a una partida contemplada por el Pacto Antiterrorista para la protección de responsables políticos. Cuando González anunció la publicidad y el Caso Campeón para la vuelta, todavía pudo verse a Rubalcaba echando mano -de nuevo- del vaso de agua.

En fin, que al regreso el capitoste del PSOE cambió de tercio y -los trapos sucios se lavan en casa- defendió la "honestidad" de Blanco "hasta que se demuestre lo contrario".

Con tal discurso, no era extraño que
Rubalcaba no hubiera desatado entusiasmos. La cosa se animó cuando arremetió contra la Comunidad de Madrid por privatizar la Sanidad, lo que sí desató aplausos. Por cierto, que otra tanda de aplausos fue para la periodista Durán cuando criticó que todos los partidos se limitaran a echar en cara la corrupción del contrario y miraran para otro lado con la de los propios.

Lo curioso es que
Rubalcaba desgranó un discurso de mano dura para evitar la corrupción que hubiera hecho las delicias del Rorschach de Los Vigilantes, y cuyo remate fue: "Hay que dar miedo a los que tengan tentaciones". Porque "esto de la corrupción me pone enfermo", dijo quien fuera portavoz del Gobierno felipista, modélico ejemplo de lucha contra la misma.

Tampoco faltó el toque
Corinna, con un Rey al que observó "muy preocupado por el país" y con una institución que atravesaba un "momento complicado". Eso sí, el secretario general del PSOE dio su exclusiva al calificar de "falso" que Corinna hubiera tenido escolta de Interior. "Niego rotundamente que el Ministerio de Interior haya escoltado a la señora Corinna", remachó sobre la tal, de la que, afirmó, nunca había oído hablar en ningún Consejo de Ministros.

Casi al final,
Rubalcaba se destensó algo y se sintió más cómodo bregando con las cuestiones del PSC y la reforma constitucional, en la que dejó caer la palabra federalismo. Una de sus prioridades consistió en negar una brecha entre el PSOE y el PSC porque, pese a ser "dos partidos distintos", "somos socialistas, no nacionalistas" y "compartimos la unidad de España" pese al "desencuentro" actual.

Con estas idas y venidas, la despedida de
Rubalcaba fue curiosa: se le escapó alguna mención a las "manitas" popularizadas por José Mota, se esforzó por mandar un mensaje positivo a la ciudadanía y reconoció haber estado "a ratitos cómodo y a ratitos incómodo".

Mientras tanto,
La Sexta entrevistaba al desalojado alcalde de Ponferrada, en otros tiempos mano derechísima del acosador mutante. ¿Mutante?, se preguntarán ustedes. Pues sí, oigan. Hagan memoria y recuerden cómo en los primeros momentos, y más, del escándalo Nevenka Fernández los mismos que ahora denostan a Álvarez por pactar con el PSOE cerraban filas en torno suyo y los que le utilizan en sus mociones de censura clamaban contra él. La política, vaya.

Demasiada droga dura para un sábado noche.

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