viernes, 8 de agosto de 2008

KEKA LORENZO DE ASTORGA

Humanae Vitae, cuarenta años después


Como siempre, sin desperdicio e interesante el artículo de José Ignacio Munilla
(www.enticonfio.org). Dice:

"La Humanae Vitae, una de las encíclicas que más polvareda ha
levantado en la historia reciente de la Iglesia, cumplió cuarenta años
el pasado 25 de julio. Sus afirmaciones morales se han visto
corroboradas por otras muchas encíclicas y documentos magisteriales
(Familiaris Consortio, Evangelium Vitae, Catecismo de la Iglesia
Católica
, etc.). En una mirada retrospectiva, no cabe duda de que el
Papa Pablo VI fue asistido por un don especial del Espíritu Santo, que
le permitió confirmar en la fe al pueblo de Dios, a pesar de las
fortísimas presiones contrarias. El momento histórico era muy
delicado: dos meses antes había estallado en París el movimiento de
"Mayo del 68". Los criterios de oportunismo hubiesen aconsejado
posponer la publicación de la encíclica, pero eran otras las
motivaciones de Pablo VI.
Justo cuando la revolución sexual reivindicaba aquello de "hago con
mi cuerpo lo que quiero", la Iglesia recordaba que la sexualidad no
puede ser reducida a un instrumento lúdico y reclama nuestra
responsabilidad, que se concreta en el amor fiel y en la procreación.
Pablo VI profetizó los peligros de aquella revolución sexual que,
apoyándose en la seguridad que le daba la "píldora" (el nuevo fenómeno
del momento), empezó por disociar la sexualidad de la procreación,
hasta concluir por divorciar la sexualidad del amor. El concepto de
"paternidad responsable" fue sustituido por el de "paternidad
confortable", y en poco tiempo se acabaría por distorsionar todo lo
referente a la sexualidad. El que fue Premio Nóbel de biología, Jérôme
Lejeune, describía así esta concatenación de despropósitos: "La
anticoncepción es hacer el amor sin hacer el niño; la fecundación «in
vitro» es hacer el niño sin hacer el amor; el aborto es deshacer el
niño; y la pornografía es deshacer el amor".
La Humanae Vitae invita a los padres cristianos a ejercer la
paternidad responsable. Éstos están llamados a discernir con una
conciencia recta el número de sus hijos, quedando siempre abiertos a
los planes de Dios. Lo dice así la encíclica: "En relación con las
condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la
paternidad responsable se pone en práctica, ya sea con la deliberación
de tener una familia numerosa, ya sea con la decisión, tomada por
graves motivos y en el respeto a la ley moral, de evitar un nuevo
nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido". Por lo
tanto, conforme a la mentalidad cristiana, la paternidad responsable
supone la búsqueda sincera de la voluntad divina, que se discierne
desde las circunstancias particulares de cada matrimonio. Según este
principio, ¿qué sentido tienen expresiones como hijo "deseado" o "no
deseado"? Tras estos términos se esconde una mentalidad en la que la
procreación se reduce a un objeto de nuestro deseo, olvidando que se
trata de un don recibido de Dios, después de un discernimiento
responsable. En todo caso, cabría hablar de hijo "buscado" o "no
buscado", pero ésta es una distinción menor para quien entiende que
"el hombre propone, pero Dios dispone". Ciertamente, el don de la vida
puede venir por sorpresa, pero siempre será un reto para el amor.
Una de las claves en las que la encíclica está fundamentada es la
íntima conexión existente entre las dos principales finalidades de la
sexualidad: la expresión del amor de los esposos y la procreación. Es
moralmente ilícito que el hombre, por su propia iniciativa, rompa esta
estrecha vinculación, impidiendo voluntariamente que la relación
sexual quede abierta a la transmisión de la vida. El respeto a las
leyes inscritas en la naturaleza es norma de moralidad para la persona
humana. Por ello la Humanae Vitae considera que los métodos
contraceptivos son contrarios a la voluntad del Creador, mientras que
se considera lícita la regulación natural de la natalidad, recurriendo
a los períodos infecundos del ciclo femenino. Así lo expresa el nº16:
"La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso
a los períodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el
uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga
por razones aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos
casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se
sirven de una disposición natural que Dios mismo ha puesto, mientras
que en el segundo, impiden el desarrollo de esos procesos naturales".
La postura de la Humanae Vitae es de máxima coherencia: si partimos de
que en el origen de toda persona hay un acto creador de Dios, de esta
verdad básica se deduce que la capacidad de engendrar un nuevo ser
humano, inscrita en la sexualidad humana, es una verdadera cooperación
con Dios y con su amorosa Providencia. Hay, por lo tanto, una
incompatibilidad entre la fe en el Dios creador de la vida y la
pretensión de decidir e intervenir artificialmente en el origen y
destino del ser humano. Por el contrario, el recurso a los métodos
naturales de la regulación de la natalidad permite que los padres
actúen, no ya como dueños y señores de la vida, sino como intérpretes
inteligentes del plan divino. Es la diferencia entre quien acepta ser
creatura, o quien juega a ser el creador.
Es de justicia que concluyamos con un merecido homenaje a S.S. Pablo
VI. El hecho de que promulgase esta profética encíclica en plena
revolución de mayo del 68, es un signo elocuente de su fidelidad a la
acción del Espíritu Santo, hasta el punto de ser considerado a su
muerte como "mártir de la verdad". Su conciencia de ser depositario y
no dueño del mensaje revelado, le llevó a actuar con una fortaleza y
una prudencia extraordinarias que iluminan la situación de la
humanidad en nuestros días".

Keka Lorenzo de Astorga

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