domingo, 26 de octubre de 2008

El lado oscuro de la Transición

Motín en El Acebuche Doce horas de rebelión
La cárcel almeriense, que esta semana ha cumplido 22 años de vida, sufrió uno de sus mayores altercados el 30 de mayo de 1988 cuando nueve reclusos, de los considerados de alta peligrosidad, se revelaron y amotinaron
LA prisión provincial de Acebuche, situada en la carretera de Cuevas de los Úbedas, fue inaugurada el 20 de octubre de 1986 por el entonces ministro de Justicia Fernando Ledesma. Este mes se cumplen veintidós años de la efeméride. Fue considerada como una de las cinco prisiones más grandes de Europa. Desde esa fecha y pese no estar clasificada como de Alta Seguridad, sus celdas se han nutrido de delincuentes de alta peligrosidad tales como el etarra Henry Parot y otros miembros de la organización terrorista ETA, dirigentes del GRAPO junto a otros tristemente famosos como Camerini, uno de los autores del secuestro de la niña Melodie Nakachián, los hermanos Izquierdo de la matanza de Puerto Hurraco, el traficante Luis Falcón Falconetti, Santi Potros. El Mataviejas o El Marce. Hoy dia liberada de presos de primer grado y con la salida masiva de otros 200 de segundo grado, el centro almeriense se ha consolidado como uno de los más tranquilos y de menor riesgo de España.

La mañana del 30 de mayo de 1988 estaba transcurriendo de forma tranquila entre los internos del centro. Quienes se mostraban un tanto más intranquilos eran los funcionarios del cuerpo de ayudantes de prisiones. Desde primera hora de la mañana mantenían un encierro en las oficinas de la Jefatura, como medida de presión a la huelga que se venía realizando desde unas semanas antes a nivel nacional, reivindicando entre otros temas mejoras laborales y saláriales.

Sobre las dos de la tarde, finalizada la comida, un grupo de cinco internos adscrito al módulo de aislamiento, provistos de unos pinchos de hierro de fabricación casera, secuestraró al jefe de servicio del módulo junto a tres funcionarios más y una pareja de profesores, entre ellos una mujer, que prestaban servicio en las aulas de enseñanza de la prisión. Iniciada la asonada, unos diez minutos más tarde, otros cinco reclusos del módulo nueve, con los que al parecer estaban de acuerdo los primeros, secuestraron en éste lugar a otros dos funcionarios y posteriormente en los pasillos de la galería a cinco trabajadores más.

A partir de ese momento, la confusión empezó a reinar en el centro. No se conocía el numero exacto de funcionarios secuestrados y las contradicciones iban en aumento. Fueron catorce personas las que permanecieron durante once horas, bajo la intimidación de los nueve secuestradores, gran parte de ellos asesinos profesionales con un amplio historial delictivo a sus espaldas.

Pasados unos minutos desde que se conociera el motín, el entonces director del centro Juan Manuel Ruiz - responsable hoy de la prisión de Sevilla-II - acudió a intentar solucionar el problema con los sublevados. Quería convencerles para que depusieran su actitud. El responsable del centro penetró en el módulo de los secuestradores, los cuales trataron de retenerle aunque logró evadirse tras enfrentarse a ellos con grave riesgo para su integridad física.

Los reclusos, al no conseguir huír del centro como pretendían utilizando a los funcionarios como escudos humanos retornaron al módulo nueve junto a los secuestrados. Dos reclusas, una de ellas novia de uno de los amotinados, aunque se unieron al grupo en los primeros momentos no secundaron el motín y fueron también retenidas contra su voluntad.

Mientras todo esto ocurría en el interior de la prisión, los teléfonos no paraban de comunicar. Tanto los funcionarios de Acebuche, como los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, controlaban todos los puntos de la prisión en estado de máxima alerta.

Los amotinados, tras hacerse fuertes en el módulo nueve, solicitaron la presencia de un juez. En torno a las tres y media de la tarde, se personó en la prisión el juez Andrés Pacheco, que se encontraba de guardia, quien por espacio de unas horas conversó con los dos internos, un encuentro donde los cabecillas de la rebelión exigieron nuevas condiciones. Dialogaron de nuevo con el director de la prisión, con el Teniente Coronel de la Guardia Civil en Almería y el comisario jefe de Policía, Antonio Martín sin llegarse a ningún acuerdo.

Los amotinados, pidieron entonces la presencia del juez de Vigilancia Penitenciaria. Desde Málaga se desplazó el juez de Vigilancia, llegando a la cárcel almeriense sobre las nueve de la noche. La situación en Acebuche, provocó que se desplazaran hasta Almería vía aérea, el Director general de instituciones penitenciarias, José Manuel Blázquez informado de los hechos y el Inspector General, Alfredo Pascual. El gobernador civil de Almería, por entonces Ramón Lara se sumó voluntariamente a las negociaciones con los sublevados.

Los reclusos ofertaron una tabla reivindicativa en la que pedían la desaparición de los malos tratos, la continuidad de las relaciones sexuales vis a vis prohibidas a los presos de Nocivos y el suministro de inyecciones para prevenir el contagio del SIDA.

Ajenos a lo que ocurría en la calle, poco antes de las nueve de la noche, aterrizaban en el campo exterior de la prisión dos helicópteros de los Grupos de Intervención Rural de la Guardia Civil, procedentes de San Lorenzo de El Escorial. Preparados para el asalto, una docena de agentes, miembros de esta unidad de élite especializados en intervenciones de alto riesgo.

Con la coincidencia de la llegada de los GAR, los secuestradores decidieron liberar a la profesora de adultos, Adelaida Medina. Unos cuarenta minutos mas tarde, sobre las diez de la noche las dos internas retenidas y el otro profesor Fernando Varela fueron liberados. Los secuestradores se iban dando cuenta que ya nada podían hacer y solo mantener el secuestro agravaría más su situación.

A las once y media de la noche, fue liberado el primer funcionario A la vista de los acontecimientos, los efectivos del GAR, permanecían a la expectativa sin intervenir esperando órdenes. Sin embargo el final del secuestro llegó sobre las dos de la madrugada cuando los amotinados pidieron como condición que se leyera un comunicado con dieciséis puntos reivindicativos a través de Radio Nacional de España, que de forma involuntaria lo emitió en directo.

Los nueve reclusos amotinados, fueron traslados veinticuatro horas después a las prisiones de Ocaña, Daroca y Alcalá Meco. Todos ellos estaban clasificados de alta peligrosidad y con condenas superiores a los veinte años de reclusión.

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