El 5 de febrero de 2004, dos tiros en la cabeza terminaban con la azarosa vida del empresario cinematográfico Juan Asensio en el portal de la calle Méndez Núñez donde residía, a pocos metros del Teatro Cervantes de donde regresaba después de cerrar la recaudación. Cuatro meses y nueve días después, uno de sus hijos, Juan José con quien mantenía una nefasta relación ya que este no dejó ni un solo día de reprocharle la muerte de su madre, se veía implicado en un incidente que terminó con uno de los guardaespaldas de su padre muerto y él mismo en el hospital por las heridas recibidas en una brutal paliza. A pesar de que Juan José Asensio ha querido siempre desvincular ambos hechos, es consciente de que es imposible escapar de la herencia de su apellido.
Un imperio cinematográfico construido en Almería con métodos poco convencionales, le llevó a ser el único propietario de salas de exhibición en la capital almeriense. Su carácter le hizo, en una de sus últimos enfrentamientos con los distribuidores a impedir que en Almería se estrenara El señor de los anillos; quien quisiera verla tuvo que marcharse a El Ejido para hacerlo.Así actuaba y vivía Juan.
La muerte de su madre ha marcado la vida de Juan José. A pesar de que testimonios señalaban a su padre como autor de su asesinato, en el juicio nadie testificó contra él; salió absuelto, al menos para la justicia, ya que su hijo nunca lo perdonó. Juan fue condenado por el asesinato de su socio y protagonizó entonces una memorable entrevista con Jesús Quintero en su programa Cuerda de Presos que concluyó con un puñetazo en la mesa al referise a sus creencias religiosas y que abrió una profunda herida en la mano del empresario ante el asombro del periodista. Fue allí donde entabló una relación con Mario Conde que forma parte de su leyenda.
Juan José se enfrentó hasta renegar de él y jamás quiso recibir favor suyo. Por entonces encarar a Juan Asensio aún siendo uno de sus descendientes, era ponerse enfrente de un clan perfectamente organizado. El empresario no dejaba a nadie indiferente; se le quería con pasión y se le odiaba a muerte. Pagaba con favores las fidelidades recibidas. Una de sus manos derechas (tenía varias) era una de las caras visibles que portaba su ataúd a primera hora de la tarde del 6 de febrero de hace cinco años; su chaqueta amarilla le hacía inconfundible. Antonio Bernabé, conocido como El Chino era del círculo cercano del empresario, guardaespaldas, hombre de confianza y por lo tanto enfrentado a Juan José.
El 14 de junio de ese mismo año, Roberto, El Chino y años de rencillas, se encontraron con Juan José Asensio en plena Rambla de Almería poco después del mediodía. Insultos, golpes, varias armas, tres tiros y el cuerpo de El Chino tendido en el suelo ante la mirada de su madre en un coche patrulla de la Policía Nacional. Roberto se salvó; Juan José fue trasladado al hospital de Torrecárdenas donde tardaron un mes en recomponerle su cara e impedir que perdiera un ojo por la paliza recibida.
Desde la mañana de ayer, un tribunal presidido por Juan Ruiz Rico, anterior presidente de la Audiencia Provincial de Almería y conocedor de la vida de Juan, deberá dirimir la responsabilidad de lo que sucedió aquel día en la Rambla. Frente a la acusación particular de la familia de El Chino y la Fiscalía que solicitan para Juan José 15 y 12 años respectivamente, uno de los mejores penalistas de España, Pablo Luna, basará su estrategia en la legítima defensa como eximente de la responsabilidad del acusado.
Juan José se había enfrentado antes a "la otra parte" de su familia
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