viernes, 4 de diciembre de 2009

Hoy más que nunca reivindiquemos el espíritu de la Constitución de 1978

Eugenio Gonzálvez.-Senador de Almería por el PP.-

La ruptura que ha liderado José Luís Rodríguez Zapatero en la línea que ha mantenido el PSOE desde la Transición democrática en los principales aspectos constitucionales, está teniendo un inesperado efecto, que cada año son más los españoles que ven el 6 de diciembre, día de la Constitución Española, como una verdadera fiesta de la libertad, la solidaridad y de la democracia.

Los españoles miran a la Constitución de 1978 como el más importante marco jurídico para la convivencia pacífica de todos. No sólo nos trajo la democracia a nuestro país, asegurando la libertad y la igualdad de todos sus ciudadanos con independencia de sus creencias, origen o lugar de residencia; sino que además consiguió la solidaridad territorial entre todos los españoles.

Hasta la llegada de Zapatero al gobierno, el Estado de las Autotomías se había afianzado acuerdo tras acuerdo, consiguiéndose un modelo de altamente descentralizado, sólidamente financiado, territorialmente solidario y que garantizaba la igualdad entre todos los españoles, independientemente de su lugar de residencia; todo ello respetando el artículo 2 de nuestra Constitución: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.

Nuestra Constitución permitió el acceso al autogobierno de las nacionalidades y regiones, y pese a no establecer obligación alguna para la generalización de las Comunidades, ni competencias, ni manera de financiarlas; el espíritu de consenso y entendimiento entre españoles que consagró la Constitución de 1978 influyó siempre en las posiciones del PP y el PSOE durante todos estos años y que pudimos comprobar en 1981 para el reconocimiento de las diferentes autonomías, aprobándose dos años después todos los Estatutos o los Acuerdos autonómicos de 1992 que cerrarían la definición concreta del Título VIII de la Constitución y afianzar definitivamente el funcionamiento integrado y establecer estado autonómico en su conjunto.

La llegada al poder de José Luís Rodríguez Zapatero, en un primer momento con medias palabras y después claramente, ha supuesto una ruptura unilateral del espíritu constitucional que ha permitido a España alcanzar las mayores cotas de progreso económico en paz y libertad. Un ejemplo claro lo tenemos en la irresponsabilidad y frivolidad con el que Zapatero ha abordado todo lo relacionado con el Estatuto de Cataluña y la futura sentencia del Tribunal Constitucional.

Zapatero ha reabierto innecesariamente el debate territorial por intereses exclusivamente de aritmética parlamentaria, de espaldas a los españoles y al espíritu constitucional. Convirtiéndose en el principal responsable de la situación actual y de poner en peligro las reglas del juego que nos otorgamos los españoles en 1978. El día 6 de diciembre se ha convertido así, en un día para reivindicar volver al consenso y la cordura que nos trajo la Constitución, de donde nunca nos debimos haber despegado.

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