viernes, 7 de mayo de 2010

Rajoy provocó enfados en La Moncloa con un golpe de efecto inesperado

LAEDICION.NET.-Lo que para los unos fue una provocación, para los otros nada más que el "juego" de la política. El caso es que algo que debería haber quedado en una anécdota se convirtió en la comidilla. Fue la comidilla del día para los periodistas y toda una provocación a los ojos del equipo de José Luis Rodríguez Zapatero. Y a los suyos propios, puesto que vio la escena a través del circuito cerrado de televisión de La Moncloa. Como los demás monclovitas, incluida María Teresa Fernández de la Vega.

Mariano Rajoy comparecía en la sede del Gobierno -en las dos últimas ocasiones lo había hecho desde Génova 13- tras entrevistarse con el presidente para dar su visión de los acuerdos alcanzados y de los desacuerdos, que son más. En ésas estaba cuando, al final de su intervención, quiso transmitir un mensaje a la ciudadanía que, según explicó, no le había comentado en privado a Zapatero.

Y al arrancarse todo el mundo entendió por qué: "Aquí hay una alterrnativa dispuesta a asumir el reto cuando los españoles lo decidan", afirmó en tono solemne. Se había postulado para sustituir al socialista desde el mismísimo púlpito de La Moncloa y a sabiendas de que su arranque iba a copar numerosos titulares, como así fue. Después una periodista le preguntó si con ello hablaba de anticipar las elecciones generales, pero el líder de la oposición prefirió no ir más allá: "No tengo nada más que decir que lo que he dicho", zanjó.

Ni falta que hizo. Con sólo esa frase logró irritar sobremanera a los colaboradores del presidente, que a posteriori hicieron constar a algunos periodistas su enfado por lo consideraron una "falta de respeto" y una "provocación" injustificada. No sentó bien en La Moncloa que Rajoy hiciera "campaña" -dicen- en la sede del Gobierno y después de una reunión que Zapatero calificó de "importante", "útil" y "positiva".

Una anécdota que debía haber quedado como tal fue elevada a la categoría de noticia. Porque ése y no otro fue el asunto más comentado de la mañana. No que el presidente se negara hablar con el líder de la oposición de la reforma laboral y de las medidas para reducir el déficit y el gasto públicos y se limitara a cumplir el guión fijado de antemano (rescate a Grecia y reestructuración del sistema financiero). Ni que los dos, con sus declaraciones, alejaran a años luz un gran pacto de Estado al estilo portugués que cada vez demandan más sectores de la sociedad. Ni tampoco que la falta de grandes acuerdos entre ambos contribuyera a seguir haciendo caer en picado el Ibex 35 este miércoles, tras la negrísima jornada del martes.

Al menos, Zapatero evitó azuzar el fuego en público disimulando su malestar. Dos de las preguntas de la prensa fueron en ese sentido, pero el presidente las esquivó sin miramientos. No quiso valorar ese último alegato de Rajoy ni tampoco -que también se lo pidieron- la petición que horas antes había hecho Esteban González Pons de un adelanto electoral. En el PP no entendieron bien por qué tanto revuelo: su líder, dicen, se limitó a hacer algo que entra en el juego político.

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