martes, 13 de diciembre de 2011

la ira de Belén Esteban

©Daniella Montenegro Le pusieron de nombre Belén, pero lo suyo no es el espíritu navideño. Forjada en la indignación, la revancha y el perpetuo agravio, hasta el punto de convertirlo en oficio altamente remunerado, la Esteban ha vuelto a desenterrar el hacha de guerra para lanzársela a la yugular al padre de su Andrea. «Jesulín no quiere igual a sus tres hijos», declara rotunda esta semana en la portada de la revista 'Lecturas', y lo acompaña con una mirada de esas que si mataran caeríamos todos fulminados. Bien es verdad que el origen de tanto despecho encuentra justificación en un hecho alarmante: Jesulín no ve a su primogénita desde hace año y medio. Y no solo eso. El torero parece no tener prisa por poner fin a su ausencia. «La visitaré cuando lo crea conveniente, son cosas mías personales», explicó el diestro con calma chicha, y vestido paradójicamente de piloto de carreras, durante una prueba automovilística celebrada la semana pasada en Alcañiz.
En esa competición una periodista quiso saber si Jesulín siente lo mismo por sus tres hijos (Andrea, de 12 años, hija de su exnovia Belén Esteban; Julia, de 8, y Jesús Alejandro, de 4, ambos hijos de su esposa, María José Campanario). El torero cortó a su interlocutora con un tajante «Eso ni se pregunta. Por supuesto que los quiero igual». Pero la Esteban no está de acuerdo. Y se ha encargado de difundir a los cuatro vientos, ya sea desde el plató de Sálvame o desde la revista a la que concede sus exclusivas, que su Andrea no goza de la misma dedicación paterna que sus hermanos. «Si los quisiera a los tres igual -razona-, se preocuparía por saber en qué curso está su hija, si se pone mala... Le da dinero todos los meses, pero... ¿Y los gastos? No sabe ni a qué curso va». Y como, si no quieres caldo, taza y media... María José Campanario ha salido también a escena para echar más leña al fuego aduciendo que a ella no le gustaría «que mis hijos no vieran a su padre». «Quiero mucho a mi marido -ha advertido la eterna aspirante a odontóloga-, otra cosa es que comparta todas sus decisiones». Las declaraciones de la Campa, objetivas e independientes donde las haya, le han debido de doler a Jesulín más que una endodoncia sin anestesia, sin embargo a Belén Esteban le han sabido a gloria. «Es la primera vez que María José y yo estamos de acuerdo en algo», admite la de San Blas. Una relación difícil La última vez que Jesulín fue fotografiado con su hija mayor fue durante la primera comunión de la chiquilla, en mayo de 2009. Al parecer desde entonces solo se han visto dos veces y la última tuvo lugar hace año y medio. El torero ha dejado entrever que la relación con Andrea no es fácil. Su principal argumento sería que la niña no muestra interés por acudir al chalé de Arcos de la Frontera donde él vive con su mujer y sus otros dos hijos. Belén por su parte culpa a su 'ex' de no haber desarrollado una relación estrecha y fluida con su primogénita... Pero, como siempre, la pregunta esencial sería ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Él dirá que si no ve a la niña es por culpa de lo mucho que la madre larga en los platós. Y ella dirá que si larga precisamente es porque él le da motivos. Pero no es un secreto que Belén Esteban lleva tiempo dinamitando públicamente la imagen y el prestigio del torero y de otros miembros de la familia Janeiro. A nadie se le escapa que durante años esa fue su principal fuente de ingresos, y que sus aceradas críticas hacia el padre de su hija, al que ha llamado desde infiel a calzonazos, rara vez han encontrado respuesta en el diestro. A menudo, Jesulín ha recibido las constantes embestidas y tarascadas de su 'ex' con la impavidez de un don Tancredo. Y casi mejor, porque, tal como vuelve a demostrarse ahora, cada vez que él habla sube el pan. El pan del que se alimenta ella, que es esa mezcla de encono y revancha con la que se ha labrado un abultado caché televisivo. Jura la llamada princesa del pueblo que su hija permanece al margen de la trifulca, pero más de una década de peleas y desencuentros es demasiado como para pretender que no existan filtraciones. Y al final, como en tantos otros casos, mientras ellos se lanzan la vajilla entera a la cabeza, es la menor quien paga los platos rotos.

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