LAEDICION.NET.-:/ Redacción.-Artur Mas convocó anticipadamente en septiembre las elecciones autonómicas con el propósito de que en el Parlament de Catalunya hubiera una amplia mayoría favorable al soberanismo que impulsa. Ayer vio cumplido su objetivo, pero no con el reparto de escaños que quería –la mayoría absoluta para Convergència i Unió que reclamó durante la campaña– sino con otro muy distinto: la federación nacionalista pierde votos y escaños. Una sorpresa mayúscula, que deteriora gravemente la estrategia de Mas hasta convertirla en impracticable. Porque si bien es cierto que las formaciones que defienden el derecho de Catalunya a decidir libremente su futuro tendrán casi dos terceras partes de los 135 diputados del Parlament, la dirección política de este proceso por una CiU en retroceso pierde legitimidad.
La apelación del líder de CiU a los catalanes a iniciar la senda del soberanismo tras la enorme manifestación de la Diada ha tenido un gran beneficiario, ERC, el partido que de forma natural y sin ambages ha representado siempre el independentismo y que desde el 2010, tras su participación en los tripartitos de Pasqual Maragall y José Montilla, volvió a su posición clásica de anteponer la cuestión nacional a las sociales. Y el otro gran favorecido por la clave soberanista ha sido la Candidatura d’Unitat Popular, que irrumpe en el Parlament y que debería significar la demostración de que hay otras formas de hacer política desde la base. La desaparición de Solidaritat Independentista indica lo contrario: que los partidos que nacieron con prisas y al albur de personalismos tienen corto recorrido.
Casi en el mismo nivel de sorpresa que el desplome de CiU hay que situar que el descenso del PSC haya sido menos acusado de lo que pronosticaban las encuestas. Aun con la amarga paradoja de tener un escaño menos que ERC pese a tener más votos, los socialistas han sobrevivido a la radicalización entre el soberanismo y el españolismo. Y aunque ceden terreno a una ICV en alza, mantienen la primacía en la izquierda, lo que no hace menos urgente la puesta al día de su mensaje, el establecimiento de una estrategia clara y una relación más engrasada con el PSOE. En cuanto al PP, su ligerísimo aumento de votos no se corresponde con la ventaja de haber actuado a la contra de CiU en los últimos meses. En cambio, Ciutadans sí ha sabido capitalizar el voto de un cierto españolismo centrista y triplica los escaños.
La gran incógnita es ahora cuál será la combinación que permitirá a Mas formar una mayoría estable para su Govern. Es inimaginable un acuerdo con el PP como el que hubo en tantas otras ocasiones. La lógica y la aritmética solo dejan dos opciones más: Un pacto con ERC o con el PSC. Lo que los ciudadanos esperan es que el nuevo Govern se ponga a trabajar para sacar al país de la crisis.
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