Javier Aureliano García, Secretario General del PP de Almería
En la situación por la que atraviesan miles de familias y
empresas andaluzas, el objetivo prioritario de cualquier presupuesto debería
ser el empleo. Y aunque es cierto que a los socialistas y a los comunistas se
les llena la boca de anuncios, promesas y proyectos para generar empleo, los
hechos son más esclarecedores que la propaganda: los números de Griñán y
Valderas les colocan en el liderazgo europeo en incapacidad e incoherencia a la
hora de gestionar recursos públicos y crear condiciones favorecedoras de
creación de puestos de trabajo. Andalucía, con el 35,4% de su población activa
en paro, no se puede permitir un Gobierno sin rumbo, que ha equivocado la gran
prioridad de los andaluces para mantener su pacto de perdedores y que sigue
escudado en una retórica voluntarista y hueca que lleva, por ejemplo en
Almería, a renunciar a la construcción del anunciado y retrasado hospital
materno infantil, al tiempo en que se intentan abrir frentes de debate
ideológico enarbolando la memoria histórica. Lamentablemente, a lo que no
renuncian los socios del pacto socialcomunista en la Junta es al mantenimiento
de una administración paralela con oficinas, empresas, negociados y
chiringuitos destinados a alimentar a compañeros de partido, familiares y amigos.
Y es que una vez más se demuestra que para el PSOE primero y para Izquierda
Unida después, la prioridad no está en la creación de empleo para todos los
andaluces sin distinción de militancia o afinidad política, sino en la
consolidación de los privilegios, las ventajas y los inventos creados a la
medida de sus respectivos partidos y coaliciones. De eso, naturalmente, no
hablan nada los responsables de la Junta cuando en estos días están intentando
vender a los almerienses el humo de unos presupuestos que no están diseñados
para el crecimiento de Andalucía, sino para la consolidación de una casta de
políticos y enchufados que lleva lastrando durante décadas las posibilidades de
despegue de nuestra comunidad de los puestos de cola de empleo, calidad de atención
sanitaria y formación académica. Eso sí; los portavoces de la Junta alardean de
que nuestra comunidad, que sigue presentando índices sonrojantes de
analfabetismo, es pionera en investigación, en desarrollo tecnológico y en
cuestiones importantes que, empleadas como excusa o escaparate falso, no son
más que engaños y distracciones de una preocupante realidad. Sólo así se
entiende que cuando el Presupuesto andaluz recorta hasta casi un 10% del
capitulo sanitario y educativo, el señor Griñán intente alardear de políticas
sociales. La incoherencia es tal, que alimentan lo que llaman pomposamente el
“corazón del presupuesto” en detrimento de los servicios sociales básicos de
todos los andaluces, pero lamentablemente Griñán no sólo quiere mantener a toda
costa esa administración paralela de amigos y familiares, sino que además tiene
que contentar a un socio de gobierno irresponsable y radical que no vacila en
devorar miles de millones para unos delirios de agitación y propaganda tan
caros como perfectamente prescindibles. Y ya no cuela seguir hablando de los
recortes debidos a las políticas del gobierno de Mariano Rajoy: Griñán y
Valderas carecen de autoridad moral y política para responsabilizar al Gobierno
de España de sus políticas sociales, porque ellos son los únicos competentes y
los responsables directos de haber metido nuevamente la tijera al Estado del
Bienestar en Andalucía. Por lo tanto, no hay nada que celebrar en unos
presupuestos trazados desde la incapacidad y cuya gestión no supondrá más que
un alarde de incoherencia.
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