Comenzaba su andadura en los mercados públicos, en
los que se compraban y vendían alimentos, géneros, esclavos traídos bien del
campo o de ultramar. En ellos se hacía necesario el cambio de monedas, fuesen
éstas de acuñación local o foránea, de oro, plata y cobre. Quienes se dedicaban
al cambio de moneda disponían de una mesa de dinero, de negocio, sobre la cual
realizaban sus operaciones de cambio que registraban en sus libros.
En Venecia éstos profesionales de la banca formaban
un gremio y, si se daba el caso de que en su gestión se encontrasen sin dinero
para cubrir sus compromisos, eran expulsados del gremio públicamente “rompiendo
la banca”. O sea, las autoridades les rompían la banca dejándolos con su banca
rota a sus expensas, por la importancia que suponía destruir la confianza que
se le había otorgado.
Poco a poco esta actividad fue más variada.
Empezaron a dar servicios de custodia, y posteriormente de giro sobre lo
custodiado. Apareció también el préstamo, llegándose a admitir la confianza en
la moneda pública. Hallaron formulas que posibilitaron un tráfico más fluido en
el mercado entre ellas prestar el dinero depositado con el consiguiente riesgo
para ellos y, sobre todo, paras quienes confiaron en su banquero sus depósitos
de bienes muebles ya que no solamente se trataba de moneda; también se les
confiaba oro, etc., o el ahorro de toda una vida de privaciones del asalariado
para tener una vejez más relajada.
Una no entiende, que digamos, de la tela de araña
de combinaciones de operaciones e intercambios de productos financieros que se
han llegado a desarrollar hasta la realidad actualidad en la actividad
bancaria. Pero sí se tiene claro que, en un Estado Social y Democrático de
Derecho el respeto a la propiedad ajena y el derecho a que esta sea respetada a
pies juntillas, empezando por instituciones públicas como el Banco de España,
los políticos, sindicalistas, asociaciones empresariales, los gobiernos de
turno y, si los resultados de la gestión en la cual han intervenido todos ellos
han traicionado la confianza que la sociedad en su conjunto, y en particular
los clientes, ha tenido depositada en todos y cada uno de ellos, puedan
disponer de instrumentos para romperle la banca a quienes parece ser que, más
bien, no han hecho más que diseñar, programar, ejercer, consentir, políticas
económicas que han sido vistas por una casta de individuos impresentables, como
ocasión de campar por “tierra del viento y con dinero de nadie”, cual
espectáculo “circense negro” utilizando el engaño, la trampa, la mentira,
el menosprecio del débil, para enriquecerse sin fin, y no les dé nada en las
tripas cuando ven que, fruto de todo eso, quienes confiaron en ellos, se ven de
bruces en la calle, sin techo, y sin tener que echarse a la boca ni a la e sus
hijos a expensa de la caridad, mientras ellos se van de rositas con
jubilaciones blindadas y el Ministerio Fiscal deja pasar y deja hacer.
Nuestra tutela judicial efectiva amparada en la
Constitución de 1978, Art. 24.1, dice: “Todas las personas tienen derecho a
obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus
derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse
indefensión.” De nada sirven los preceptos si ni siquiera se quieren leer
y, si interesara leer, sería, es, para darles la interpretación conveniente a
la intención con que se lee ¿Qué quiere decir el Art. 9.1 de nuestra Carta
Magna con eso de: “Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la
Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”? Pues nada, Isabel, ¿es que
estás tonta a estas alturas de la película? Cada uno en este país lee lo que
quiere y lo interpreta como quiere, y defiende y dice lo que quiere y se queda
tan fresco. Quienes hayan soñado en falso y no hayan querido ver que le tendían
una red sutilísima en la que han caído despatarrados, pues que se pongan a
pedir limosna o se mueran y den gracias de que la banca rota de ahora no
evolucione como aquélla, en el poder del acreedor para poder descuartizar,
incluso, al deudor a su antojo. Pero eso sí, a los ricos amnistía fiscal, que
los buenos gestos merecen ser premiados.
Sin duda el poder de la banca ha triunfado, no el
Estado de Derecho. Ahora no se le rompe la banca a ningún banco o caja de
ahorros, no: se les inyecta un rescate para que se repongan del susto de haber
especulado en la usura y haber jugado con las expectativas de un futuro mejor
prometido por los políticos de todos los colores a los románticos de lo progre,
y no se hayan enriquecido a saciedad. Rescate que, claro está, corre a cuenta
del contribuyente medio, que es el que paga y los mantiene siempre, por varias
generaciones.
Incluso los sindicatos progres claudicaron y se
entregaron a la vida de ricos y terratenientes y a actividades empresariales
(docencia, construcción de viviendas, etc.) sin cumplir con la sagrada misión
que le tienen encomendadas las leyes y los obreros, los trabajadores, como es
la observancia de que el Gobierno de turno lleve a cabo políticas económicas y
sociales claramente encaminadas a conseguir mejoras sociales y laborales a la
clase trabajadora sin que sean extorsionadas por la avaricia de la casta.
Desengañémonos y seamos precavidos por si de algo llegamos a tiempo. Ya lo dijo
Karl Marx: “El poder político es simplemente el poder organizado de una clase
para oprimir a otra.”
Isabel Caparrós Martínez
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