Altiva ante las cámaras, cariñosa en el trato, elegante, críptica, amante del lujo y de la discreción. Así es Rosalía Iglesias, la mujer del extesorero del PP que nació hace 53 años en Astorga y que ahora vive recluida en su piso de Madrid
LAEDICION.NET Sortea el muro de periodistas, cámaras y
micrófonos con un rictus pétreo, indescifrable y altivo, con una mueca de asco
y cansancio. A la salida de su portal en el selecto barrio de Salamanca, se
esconde dentro de un abrigo de cuero negro y agarra un paraguas que le otorgan
un aire de oficialidad castrense. Pone la mano derecha ante los objetivos y
deja a la vista un anillo de diamantes. Le tapa la cara un pañuelo atigrado, un
sombrero de caza y unas enormes gafas de sol, en una combinación difícil que
solamente logran ciertas señoras de la alta burguesía capitalina. No oculta su
malestar: los reporteros le repelen. Ayudada por el chófer y escolta, monta en
un Citroën C5 -dicen que es alquilado- camino del tráfico anónimo de Madrid.
Deja atrás la estela de flashes, murmullos y regusto a escándalo que rodean a
la enigmática Rosalía Iglesias Villar, 'Rosa Bárcenas', protagonista del último
y amargo episodio de las aventuras y desventuras de una chica que nació en
Astorga (León) hace 53 años.
La protagonista de este espectáculo de presuntas corruptelas siempre
quiso ser una mujer discreta, de segunda fila, amable en las distancias cortas,
silenciosa al lado del torrente personal de su marido, el extesorero del PP
Luis Bárcenas. Esa vida dulce y discreta ha saltado definitivamente por los
aires con los últimos datos judiciales. El magistrado Pablo Ruz ha ordenado
investigar unas importantes operaciones financieras relacionadas con ella.
Concretamente, le pesan unos informes de la Unidad de Delitos Fiscales y
Económicos (UDEF) y de la Oficina Nacional de Investigación Financiera que la
señalan, entre otras sospechas, como la titular de una cuenta abierta en la
sede de Cajamadrid de debajo de su casa: allí se abonaron en 2007 unos once
millones de euros, a pesar de que a ella no se le conocía empleo alguno.
Realmente, de este personaje apenas se sabe nada. O muy poco.
Rosalía Iglesias Villar es el relleno sorpresa del pastel de Bárcenas. Nunca
quiso ser una estrella, ni para bien, y menos aún para mal. Esta historia que
de momento termina con ella recluida en su casa de Madrid, comenzó en Astorga
en 1960. Rosa nació en una familia normal, sin pretensiones de grandeza, la
menor de cinco hijas. Una de sus hermanas, María Ángeles, murió en la primavera
de 2011.
En su linaje no aparece la todopoderosa casta política y económica
con la que ahora se la relaciona, aunque no es cierto que su padre fuera
taxista, como se ha publicado. Juan Luis Iglesias Álvarez -un hombre que nunca
se significó políticamente- fundó Transportes Iglesias, el principal sustento
de su prole. Rosa estudió en un colegio de monjas -las Madres Escolapias- y
pasó su infancia en la casa familiar del centro de la ciudad. Los de su quinta
la recuerdan como una chica «con otras miras», que estaban más allá de la
Maragatería. El caso es que un buen día desapareció del mapa de Astorga. En
casa de una de sus hermanas, esposa del joyero Santos, pregonero de las fiestas
del municipio, o en la de su madre Arminda, que aún vive, cuelgan el teléfono
con notable aspereza. No tienen nada que decir.
Cuando salió del pueblo, Madrid esperaba a Rosa con las puertas
abiertas. En 1983 entró a trabajar en Alianza Popular como asistente del
secretario general de aquella época, Jorge Vestrynge. Han pasado 30 años. Llegó
a la calle Génova de la mano del entonces tesorero del partido, Ángel Sanchís,
que la integró en el equipo de Vestrynge. El propio Sanchís, al que Fraga había
nombrado tesorero y que estuvo imputado en el 'caso Naseiro' por la
financiación irregular de AP, también fue el mentor de un joven empresario
llamado Luis Bárcenas.
«Trabajadora y elegante»
Rosalía era una chica «encantadora, trabajadora, joven y muy
elegante», aunque en aquellos momentos no vistiera los abrigos de bisón y los
bolsos de Loewe que ahora luce habitualmente. Era «una persona normal», con un
atractivo personal innegable para los que trabajaban en el partido en aquellos
días. «No era rica». Todavía no.
Es en esta época cuando comienza a fraguarse su nueva vida. Bárcenas
le pide entonces a Vestrynge que le ceda a Rosalía para su equipo. La relación
entre ambos por aquellos días era un secreto a voces en Génova y él acaba
divorciándose de su anterior esposa. En 1989 se casaron con separación de
bienes y de ese matrimonio nació Guillermo, de 21 años, al que se le conoce por
componer canciones (entre ellas, el himno de la Eurocopa de Intereconomía) y
por dejar abierta la cuenta de Facebook en la que aparece esquiando junto a su
padre en Armenia. Después de tres años en el partido, Rosalía trabaja
esporádicamente en una empresa de transportes y en el entramado societario de
la familia.
El portal del señorial edificio en el que viven, en la calle
Príncipe de Vergara, es una fuente inagotable de anécdotas. Desde que el 16 de
enero se conoció que su marido tenía 22 millones de euros en Suiza y dos días
después se publicase la supuesta contabilidad en B del Partido Popular, la casa
es una fiesta. Algunos reporteros han llegado a pasar la noche en el portal,
entre mármoles, moqueta y calefacción, a la espera del matrimonio. Durante unos
días, los perdieron, así que comenzaron a vigilar desde la azotea de enfrente:
pensaban que por allí saltaba el tesorero a otro edificio como si fuera Jason
Bourne. Los fotógrafos han hecho casi de todo para conseguir una imagen,
incluido probar los innumerables ángulos posibles para salvar el cristal
polarizado que preserva la intimidad en el piso cuarto. Escudriñan cualquier
movimiento, desde los paquetes que llegan hasta los envíos del supermercado.
Rosalía siempre se ha mostrado molesta con este seguimiento y la semana pasada
llegó a llamar a la Policía para denunciar que se sentía acosada. La mayor
parte del tiempo permanece recluida en casa y cuando sale va con
guardaespaldas. La recoge el chófer de su marido, que se ve obligado a aparcar
en pleno carril bus. El martes fue multado.
Desde este piso en el cogollito de Madrid, Iglesias tejió una vida
de lujo con ramificaciones en Baqueira (allí se compraron una casa de un millón
de euros), Sierra Nevada y Marbella. Personas que la conocen de su afición por
el esquí coinciden en que ella siempre fue una mujer exigente con la calidad de
las cosas -llámenle lujo-, pero sin abusar de la ostentación. Cuentan que para
los temas importantes, para conducir una conversación o dar la cara estaba
siempre Luis Bárcenas. Quizás por eso se elucubre con que ella no era más que el
testaferro de su marido. En sus declaraciones en sede judicial, Rosalía
Iglesias se ha acogido al «yo no sé nada», tan de moda en estos tiempos y solo
ha admitido cierta actividad como restauradora, a pesar de que en la tienda de
antigüedades de debajo de su piso madrileño -abierta desde los años 40- no la
recuerden como clienta.
En
las distancias cortas, se derrumba. El cerco a su familia ha sido duro y la
presión, unida a la reciente muerte de su hermana, la han llevado al límite,
según confiesa en sus círculos de confianza. Uno de ellos se extiende por los
puestos del mercado de Torrijos, en pleno centro de la capital, a los que
acudía de manera habitual hasta hace unos meses. Allí destacan su sencillez y
aseguran que no se identificó como mujer de «un senador del PP» hasta hace un
par de años, a cuenta de la reforma del mercado de abastos. «Es una señora
encantadora que se interesa por los demás, que no es altiva y que lo está
pasando muy mal», describe una tendera. Ahora ya no pisa el recinto y se limita
a hacer los pedidos por teléfono, desde la cárcel de oro en la que se recluye.
«Si la pillan aquí, sería una locura
No hay comentarios:
Publicar un comentario