Hasta no hace mucho esta frase u otra similar se escuchaba con frecuencia en conversaciones de amigos, en negocios que se cerraban con un apretón de manos y, aquello era sinónimo de veracidad, de lealtad, de hombría de bien. “Te doy mi palabra” y ya no necesitábamos más para tener la certeza de que no iban a engañarnos.
Ahora ¿sigue siendo igual? Me temo que nó. Las virtudes humanas han ido poco a poco desvalorizándose. La fidelidad, el ser sinceros, el orgullote mantener los principios por encima de las circunstancias y la conveniencia, eso ya no se lleva, no está de moda. Y, si creemos en ellos, a veces en nuestro discurso mental añadimos: “bueno, eso si me conviene” relativizando así la importancia de esos principios.
El honor, el reducto más íntimo de nuestra conciencia para muchos es el motor que pone en marcha nuestro actuar en
Hay que estar alerta. Nuestra sociedad es plural pluralísima. Tenemos que convivir todos en una búsqueda del bien que no es patrimonio de unos pocos, ni de una visión determinada del mundo, sobre todo cuando esa visión degrada al hombre. Casi todo es opinable, pero las pocas cosas que no lo son como Dios y los derechos de los hombres, esos hay que defenderlos sin trucos ni componendas, porque en ellos se encuentra
Piedad Sánchez de
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