LAEDICION.NET.-( D.M.)Con tres cuartos de plaza se han lidiado reses de Nuñez del Cuvillo, dentro de las exigencias reglamentarias, bravitas y nobles, algún ejemplar, como segundo y sexto, aplaudidos en el arrastre.
Francisco Rivera, oreja y saludos tras petición mayoritaria
José Maria Manzanares, dos orejas y dos orejas con aviso previo, no pudiendo salir a hombros pues hubo de retirarse a la muerte del segundo de su lote, lidiado en cuarto lugar, ya que mañana ha de torear en Francia.
Cayetano, oreja y saludos tras una tímida petición.
Cartel de los llamados “remataos”, que dejó sin ocupar algo más de un cuarto de los escaños de la plaza de toros de Roquetas de Mar y ello con la presencia de los “mediáticos”. No, no creemos que en cuanto a resultados económicos la Feria de Santa Ana en su presente edición, resulte positiva. Lo que si tienen estos aforos incompletos, es que la voz del aficionado se deja notar y de alguna forma conduce al resto de los presentes a prestar atención a lo fundamental; ello es bueno para el devenir de los toros en Roquetas, aunque necesitará algo más de tiempo para acrisolarse.
Las reses enviadas por Nuñez del Cuvillo, presentadas dentro del articulado reglamentario, no así para conducir la Plaza de Toros de Roquetas hacia una calificación de segunda, como parece pretenderse. Cumplieron decorosamente en varas, a base de vara por cabeza y pese a que entraron de largo y en franco galope, se les acabó tapando la salida, salvo en el caso del jabonero que hizo segundo que acudió violento al piquero de la puerta, haciéndosele la suerte con más seriedad; tal vez por la sorpresa. Las puntas de los pitones, muy astifinas los que las tenían. Con eso no se juega, decía mi maestro sobre las palabras. Esta ganadería se encuentra fuera de la Unión de Criadores por decisión unilateral. Esta ganadería plurisancionada en Las Ventas, debe venir a dar prestigio a esta plaza. Esta ganadería, “la superelegida” por el “tomismo”, debe regar de criterio las plazas que pise, independientemente de la calificación que tuvieren. Esta ganadería está en el ojo del huracán. Gran parte de la fama de la Fiesta, así lo ha decidido “su patriarca” José Tomas -portador del cetro- está en sus manos. Primero, segundo y sexto no abrieron la boca.
Francisco Rivera, le gusta liarse sin ayuda; su presencia asegura orden, y ello sin alardes ni gestos. Es respetuoso y exige respeto y ello lo saben sus compañeros de cartel. Manzanares, para pedirle el permiso para abandonar la plaza antes de la finalización del festejo, se terminó de ajustar la montera (la solera obliga) para hacerlo totalmente revestido de torero. Cortó la oreja del primero tras pinchar bajo y una gran estocada arriba. Del segundo, con la mejor estocada de la tarde, se ve obligado a saludar con el preludio de petición mayoritaria, que no estimó el Presidente.
José Maria Manzanares, muy bien con los dos, con faenas instrumentadas sobre ambas manos, pero dentro de esos pasitos, bien para perderlos y ajustar las distancias, bien para transmitir una sensación de peligro en los astados, que no era tal. Como le sobra toreria, al final de las faenas se olvidó de los efectos y se paró ligando sobre el compás, y llevando alguna emoción a los tendidos. Estoconazo “de la casa” para el primero que le valieron las dos orejas; del segundo, faena aún más redonda, le premiaron con dos orejas, esta vez con pinchazo y aviso por delante.
Cayetano inevitable de los hermanos es el que me recuerda a su padre,debo decir que a pesar de haber comenzado su carrera tarde,es más torero que su hermano Francisco, o al menos así lo demostró en la plaza de Roquetas, ya que demostró el verdadero arte del toreo, estuvo más despejado que la tarde del Corpus granadino, más en torero diría yo. Al primero “colorao”, ojinegro y bocinero, yo diría “retinto”, le ejecuta una muy buena faena, más entregado ya con el capote, más ajustado con la muleta, con el toro más dentro y obligándole hasta donde le permitian sus fuerzas, sufrío una vuelta de campana en desafortunada intervención de Joselito Rus; el brochito se dejaba y le cortó una oreja. Es en el segundo, el toro de la corrida, cornicorto de afiladas puntas, embiste de largo, galopa y se rebosa desde el primer lance del capote, donde más me convence su quehacer con una labor sobre la derecha que degustamos, para después con la izquierda elevar la faena hasta culminarla en unos ayudados a pies juntos esculturales. Bien, muy bien “el chico de los Rivera”; y como necesitare de un pinchazo, una media y descabello el premio quedó en saludos desde el tercio con tímida petición.
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