miércoles, 21 de marzo de 2012

José Cabrera afirma que su mujer intentó matarle pero se quedó con la casa y todos los ahorros con denuncias falsas

Varón, maltratado, humillado, desahuciado y arruinado. “Me ingresaron en la planta de Psiquiatria del hospital del Poniente para evitar que intentara matarme otra vez” LAEDICION.NET.-:/ Redacción Twitter @LaEdicin.-José Cabrera quiere alzar su voz contra las leyes que permiten que una mujer destroce la vida de un varón sin razón, contra las leyes que a priori defienden a la esposa aunque el marido sea el vejado. “No entiendo cómo la Guardia Civil no actuó de oficio contra ella por denuncia falsa, pese a que los agentes de Berja me reconocieron que sabían que la denuncia que puso contra mí era falsa”, asegura este agricultor virgitano que durante casi tres horas relató su casi surrealista y rocambolesca pero trágica historia a los medios de comunicación en un bar del paseo marítimo roquetero. “Solamente quiero que todo el mundo se entere, que sepa la gente lo que mi ex esposa hizo conmigo. Quiero salir en la televisión porque ya no me importa nada y la única forma de devolverle todo el daño que me ha hecho es contándolo a todo el mundo. Si intenta matarme otra vez le estaré esperando de frente”, dice altivo quien es i intenta matarme otra vez le estaré esperando de frente”, dice altivo quien está acostumbrado a la caza de jabalíes desde hace muchos años. “Ella intentó matarme con una inyección de gasolina en los gluteos y con sobredosis de los tranquilizantes, como Tranxilium y Diazepam, que yo tomaba, quiso que todos creyeran que estaba loco, se ha quedado con mi casa, me ha arruinado sacando del banco unos 50.000 euros compinchada con mi abogado, me quitaron la licencia de caza, pasé 72 horas en los calabozos y a punto estuve de entrar en la cárcel, porque por errores judiciales, en un juzgado estaba libre de culpa y en otro en busca y captura”, se lamenta. Mantiene que por no haber denunciado la actitud de su mujer, de la que lleva varios años divorciado, ha pasado una penuria judicial desde que comenzaron los dramáticos hechos en 2006 “poco después de la muerte de mi madre en un incendio en extrañas circunstancias. Estoy seguro que entonces ella y su familia, al ver que me quedaba solo, comenzaron a tramar cómo quedarse con todo. Después del episodio de la inyección de gasolina y de la sobredosis de pastillas, un día me reconoció llorando que todo lo había hecho ella, que era la culpable de todo. Se sentó en el sofá y se puso a llorar amargamente más que en un entierro, y me dijo que tenía que contarme algo y que después si yo quería matarle le podía cortar la cabeza, de lo grave que era. Me dijo que había hecho cosas conmigo como para que le cortara la cabeza y le enterrara, no en el cementerio, sino en un sitio donde nadie le encontrara. Reconoció que todo lo que me había ocurrido era obra suya y lo había hecho ella. Me dijo que ella era mi único enemigo, me puso un cuchillo al lado para que le cortara la cabeza y aseguró que lo que había hecho conmigo no se le hacía ni a un perro, haciéndome sufrir a muerte. Y yo, tonto de mí, en vez de denunciar a la Guardia Civil que mi esposa me había confesado sus intentos para matarme, me compadecí y no hice nada. ¡Qué tonto fui! Un día volví a casa y ella se había ido con todo, me dejó la casa casi vacía. Ahora tiene un novio” relata José mientras muestra multitud de documentación que guarda toda el calvario judicial que ha sufrido, y todavía no ha acabado. Varón, maltratado, humillado, desahuciado y arruinado. “Me ingresaron en la planta de Psiquiatria del hospital del Poniente para evitar que intentara matarme otra vez”. Recuerda que tras la inyección de gasolina en 2006 fue tratado en el hospital del Poniente “y estuve a punto de morir. Los médicos me ingresaron en el área de Psiquiatría para protegerme, para evitar que volviera a atentar contra mí, porque había cámaras de vigilancia y guardias de seguridad. Pero no denunciaron los hechos, creo que preferían curarme y protegerme allí para evitar que pasara algo malo en el hospital. Luego en la calle, ya no sería asunto suyo. Supongo que fue así porque tampoco lo denunciaron. Yo le vi perfectamente ponerme la inyección de gasolina, pero ella decía que estaba loco y me había intentado suicidarme con una inyección de gasolina, y claro al estar en la planta de psiquiatría, muchos le creyeron”, sigue lamentando mientras relata una letanía de sucesos que a primera vista cuesta creer, pero hay que verle detallando los acontecimientos para preguntarse qué razón podría haber para inventarlo todo. “¿Conocéis alguna televisión?”, preguntaba José a los periodistas, ansioso porque su versión se conociera lo más ampliamente posible. La Prensa le advertía, “pero José, en cuanto todo se publique ella puede ir a por tí con más ganas de matarte que nunca”. Su respuesta era heladora: “No pasa nada, le estoy esperando. No importa”. Asegura que la mayoría de los abogados que ha tenido, casi media docena, “me han traicionado, se han vendido. Solo querían dinero, aunque gracias a una letrada de Roquetas, que me fue designada como abogada de oficio, logré ganar en uno de los pleitos, porque ella llegó a denunciarme, sin hacerle yo nada, de maltratos. Cuando me quitaron la casa para dársela a ella, el juez me dijo que me dejaba el tractor que tenía para que pudiera trabajar y pagarle a ella 300 euros todos los meses para su manutención. Luego conseguí ganar el juicio y no tener que pagarle nada”. También recuerda que en el hospital del Poniente él encontró un papel escrito por ella en el que aseguraba que iba a volver a intentar matarle, “aunque ella lo negó todo. Llamé a un amigo mio que era director de banco y le dí el papel. El psiquiatra me dijo que yo estaba mejor que él”. José Cabrera solamente quiere que nadie tenga que volver a pasar por su calvario. Asegura que en los juzgados, en la Guardia Civil, en los bufetes de abogados, sabían que todas las denuncias de su ex mujer contra él eran falsas, pero “para cumplir la ley tenían que tramitarlas, según me decían, y seguían cobrándome y sacándome el dinero. Llegaron a decirme que si me cruzaba con ella por la calle saliera corriendo para evitar que ella se tirara al suelo y simulara que yo le había pegado”.

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