sábado, 5 de mayo de 2012

El PSOE busca en la calle lo que le niegan las urnas



Por si había alguna duda -yo, desde luego, no la tenía-, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ya se ha quitado la careta y nos ha ofrecido ese lado arrabalero y totalitario con el que la izquierda saluda siempre las victorias electorales de la derecha: los socialistas se echan a la calle, de la mano de los sindicatos, buscando la deslegitimación del resultado electoral del 20 de noviembre. O, dicho de otra forma, intentan recuperar fuera del Parlamento lo que no tienen en el Parlamento, es decir, mayoría para gobernar. Esa es la democracia para la izquierda: solo existe cuando gobiernan ellos, pero cuando gobierna la derecha entonces hay que hacer todo lo posible por echarla del poder.
En cualquier democracia moderna, es perfectamente normal que el líder de la oposición se reúna con los líderes sindicales, y en ese sentido no cabe hacer ningún reproche al hecho de que Rubalcaba haya recompuesto las relaciones del PSOE con CCOO y UGT. Pero en ningún otro país de Europa la socialdemocracia ha apostado de una manera tan elocuente por la beligerancia callejera contra el gobierno de turno. Hay una excepción, en Grecia, donde la situación trasciende el puro debate político. El único país de Europa en el que la socialdemocracia sigue instalada en un discurso anti-reformista, retrógrado y propio de la mensajería anticapitalista que alimentó los sueños de la izquierda europea durante la Guerra Fría, es España.
Hemos visto como en Alemania socialdemócratas y conservadores unían fuerzas para salir de la crisis, hemos visto como en la mayoría de los países del norte de Europa izquierda y derecha acometían reformas importantes de los estados del bienestar, conscientes de que su supervivencia exigía modificar los modelos de financiación. Eso no ha significado que los partidos de izquierda renunciaran a los principios básicos de igualdad y defensa de los derechos civiles que sustentan sus idearios. Ni siquiera en Francia, donde el conflicto ideológico entre izquierda y derecha es más parecido al que vivimos aquí, a la izquierda se la ocurrido nunca deslegitimar las victorias electorales de la derecha.
Eso solo ocurre en España, porque nuestra izquierda no ha sido capaz de soltar el lastre de ese componente estalinista que le sigue impidiendo avanzar como lo han hecho sus partidos hermanos en Europa, y eso es lo que hace que en unas circunstancias como las actuales donde debería haber un comportamiento responsable, con lo que nos encontramos es con un Partido Socialista echado al monte, perdido en una deriva radical muy peligrosa que le lleva a cuestionar los principios mismos de la democracia.
No deja de tener cierta dosis de sarcasmo, de humor negro, el que en las manifestaciones del 1 de Mayo, y en las convocadas dos días antes, el 29 de abril, aparecieran en primera fila líderes socialistas vociferando contra el Gobierno de la Nación. Son los mismos que perdieron las elecciones del 20 de noviembre y que dejaron al país sumido en la mayor crisis que haya vivido en sus últimos cien años de historia. La herencia, sí. Es que sin tener en cuenta la herencia es imposible explicar la razón última de los ajustes que se está viendo obligado a acometer el Gobierno. Lo segundo es consecuencia de lo primero, y lo cierto es que si existen motivos para que la gente salga a la calle a protestar contra los recortes, también los hay para que esas protestas incluyeran entre sus lemas a quienes han provocado la necesidad de hacerlos, en lugar de que ahora sean éstos los que se sumen a las pancartas.
Quizá el Gobierno ha pecado de ingenuo queriendo evitar la confrontación y ocultando a la opinión pública la verdad de lo que se ha encontrado -“Han dejado en cada ministerio un boquete”, me decía el otro día un alto cargo del Gobierno-, y no sé si ahora ya es demasiado tarde para hacer ese ejercicio de transparencia, pero sería bueno que la opinión pública supiera cómo han gobernado quienes ahora llaman a tomar las calles, que sepa cómo han gestionado nuestro dinero, cómo lo han despilfarrado y cómo nos han conducido a una situación que ahora exige el uso dramático y doloroso de la tijera.
Se equivocó Mariano Rajoy el sábado mandándoles callar… La mejor manera de hacerles callar es contar lo que han hecho, y que al menos así se les caiga la cara de vergüenza y piensen, de una vez por todas, en que lo que necesita ahora mismo el país no es una oposición irresponsable, sino una decidida apuesta por trabajar todos juntos para salir de la crisis.

-Federico Quevedo-

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