'7 El aborto no es un derecho, es
una agresión, un asesinato. Esta beligerancia contra la existencia humana, se
está extendiendo en Europa, Estados Unidos y los países de Hispanoamérica. Allí
han proliferado las iniciativas en defensa de los chiquillos nonatos. Es
célebre la tenaz labor de un facultativo, adalid de la guerra israelí, el
especialista Eli
Schussheim, que desde hace casi treinta años preside la mayor
institución antiabortista de su país.
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Por otra parte, antes de la catástrofe natural que ha arrasado Japón,
era el país con el índice más elevado de inmolaciones del mundo, con más de
35.000 suicidios cada año. En el país del sol naciente, una persona se quitaba
la vida cada 15 minutos. A través de Internet, los llamados "pactos de la
muerte colectivos", se estaban convirtiendo en una epidemia entre los
jóvenes japoneses. El primer suceso tuvo lugar en la localidad de. Dentro de un
automóvil se encontraron Minano, próximo a Tokio los cadáveres de cuatro chicos
y tres chicas que habían inhalado monóxido de carbono, más conocido entre los
nipones como "la muerte dulce". Posteriormente, seis jóvenes
acabaron con su vida, también de forma colectiva, en Fukuoka, en el extremo
sureste.
“El mayor de los delitos es el
suicidio, porque es el único que no tiene arrepentimiento”, afirmó Alejandro Dumas.
Asimismo,
el estudio de la Oficina Nacional de Control de la Drogadicción de Washington,
declara que los alcaloides pueden producir daños como zozobra, melancolía,
brotes psicóticos o tendencias al suicidio. En 2007, la actriz británica Emma Beck de 30 años,
abortó. Se suicidó, aliviándose al dejar a sus padres una patética carta: “La
vida es un infierno para mí, yo nunca debería haber abortado, habría sido una
buena madre. Quiero estar con mi bebé, necesita de mí, más que nadie”.
El director de cine alemán Oliver Hirschbiegel afirmó:
"Es importante subrayar que el suicidio es un acto morboso, decadente y
cobarde".
Vivimos en una cultura de la
muerte aunque esté oculta tras el ropaje del consumo y del bienestar. Basta
profundizar un poco para que esta indigencia moral se presente tal como es, con
un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida, que es
un don divino. Todo ello aliñado con los mejores ingredientes hedonistas y
materialistas que nos llevan a un estado de naturaleza donde todo está
permitido, donde no existe el más mínimo referente moral.
Por lo tanto, hay que
contraponer una “cultura de la vida”, localizada en el regazo de la familia,
frente al “imperio de la muerte”. “Estamos viviendo en una cultura de la muerte
pero, a través del amor, se está convirtiendo en una cultura de la vida”,
declaró Groninger
al L`Osservatore Romano.
Clemente Ferrer
Presidente
del Instituto Europeo de Marketing
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