lunes, 15 de septiembre de 2008

LA DEMOCRACIA NO NECESITA MANTEQUILLA

Por Lorenzo de ara
Queman la fotografía del Jefe del Estado, y aquí no pasa nada. Natural. Naturalidad democrática.
Piden la cabeza del Monarca, o sea, piden la instauración de la república a través de la vía violenta (el ejemplo es palmario), y aquí, en tierra de pacificadores no curre nada. Hay que ser magnánimos, progres. Muy progres.
La progresía de Zapatero y de sus adláteres consiste en perdonar la vida de los violentos que, aunque en minoría, no dejan de ser peligrosos.
La democracia cuando enferma gravemente es una herramienta inútil. Zapatero está haciendo que todos los que queremos vivir en democracia nos sintamos marginados, apestados y en permanente sumisión.
El lenguaje mariposón que hoy está de moda es el mejor alimento de los violentos en Cataluña, las Vascongadas y otras partes de España.
Para que la democracia no resulte una realidad estropeada, tiene que ser fuete, vital, unitaria.
La democracia que se deja dormir en el diálogo mientras los salvajes se comen el pastel de la convivencia es una marioneta sin valor y aburrida.
Así que todos los demócratas, sin excepción, tenemos que ponernos a trabajar para que la democracia que tanto costó poner en marcha no termine siendo una útil herramienta en manos de los criminales y delincuentes.
Quien quema una foto del Rey merece la cárcel. Quien pide que una parte de España se separe de ella, merece la cárcel. Quienes matan, violan, secuestran y se aferran a la cobardía imperante para no perder la libertad, merecen la cárcel. Si la democracia no está para lo que tiene que estar, merece el suspenso.
Yo creo en una democracia que no se muestre miedosa y débil ante los salvajes. Esa democracia está en nuestras manos, y es la que conseguimos sacar adelante en 1978.
Pero no es la democracia (por lo menos yo no creo en ella) que se destila en algunos cenáculos la que a mí me complace. Esa es la democracia de los perdona vidas, la democracia que trata con guante blanco a quienes todavía no han aprendido a convivir.
Democracia sí; mantequilla, no.

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