
Una piedra en el zapato de Rajoy
El presidente del PP está "estupefacto, sorprendido y cabreado" por las informaciones sobre supuestos seguimientos delictivos a miembros del Gobierno de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid
"¿Cómo no voy a creer a Esperanza Aguirre? Claro que la creo", declaró con voz contundente María Dolores de Cospedal. La hoy secretaria general del PP fue consejera con ella, quiere y respeta a la presidenta madrileña, y además confía en su palabra. Aguirre le aseguró que no tenía ni idea de que se hubiera producido una trama de espionaje contra miembros del Ayuntamiento de Madrid, y Cospedal la cree. Sin embargo, el vicealcalde Manuel Cobo no ha dudado en acusar a la Consejería de Interior del Gobierno madrileño de haber ordenado y pagado su seguimiento, y así lo ha escrito en la denuncia que presentó ante el fiscal del Tribunal Superior de Justicia.
Rajoy se enfrenta a una grave situación. La crisis de Madrid ha contaminado al resto del partido por la relevancia de las personas implicadas en el conflicto -los enfrentados Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón- y por la incomodidad que provoca siempre que las rivalidades internas hayan provocado situaciones de espionaje, seguimientos delictivos y acusaciones sin fundamento, utilizando para ello, a conveniencia, algunos medios de comunicación.
El presidente del PP, según uno de sus más cercanos colaboradores, "está estupefacto, sorprendido y cabreado". Cuando El País publicó los primeros datos sobre el supuesto seguimiento al vicepresidente de la Comunidad de Madrid le costó creerlo, pensó incluso que se trataba de una maniobra política. Pero a medida que se iban produciendo nuevos datos y, sobre todo, las reacciones de los presuntos implicados, Rajoy ya no pudo mirar hacia otro lado. El jueves por la mañana advirtió a su círculo político de más confianza que no había más remedio que intervenir, que tomar cartas en el asunto.
Había llamado a Esperanza Aguirre y a Ruiz Gallardón a principios de semana, cuando se publicaron las primeras noticias sobre los supuestos seguimientos. Tanto la presidenta como el alcalde le negaron que conocieran los hechos, pero lo curioso es que a partir de ese momento colaboradores de uno y de otra iniciaron una carrera desmedida de acusaciones, sin pruebas, que ha llevado la imagen del PP al borde del abismo. Fue entonces cuando Rajoy decidió iniciar una investigación política interna, que encargó a María Dolores de Cospedal, para depurar responsabilidades. Si las hubiera.
Sin aportar ninguna prueba, consejeros del Gobierno de Aguirre dicen que la única persona que podía haber pagado a policías por hacer un seguimiento al vicepresidente Ignacio González es Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid, para intentar desprestigiarle durante el proceso de renovación de los cargos de esa entidad bancaria. Por otra parte, miembros destacados del PP nacional apuntan hacia el consejero madrileño de Presidencia, Justicia e Interior, Francisco Granados, que es secretario regional del partido, y que mantiene conocidas discrepancias con el vicepresidente. Granados por su parte, que ha reconocido que en su consejería cuenta con un equipo de asesores de seguridad del que forman parte ex policías y ex guardias civiles, niega que haya encargado espiar a nadie y acusa al alcalde Ruiz Gallardón de dar crédito a quienes le acusan de haber espiado a González. Granados se mantiene en que él no ha ordenado espiar a nadie y ni siquiera admite que se hayan producido determinados seguimientos. No los niega, pero afirma que él no sabe nada sobre esos seguimientos e informes.
Lo que ha obligado a Rajoy a tomar cartas en el asunto ha sido que, desde que aparecieron las primeras informaciones, se ha agudizado la pelea entre el equipo de Aguirre y el de Gallardón. Y tanto Aguirre como Gallardón han asumido además su propio papel en la confrontación. Aguirre al anunciar que ponía "la mano en el fuego" por sus colaboradores, y Gallardón poniendo el acento en que las personas que supuestamente realizaron los seguimientos al vicepresidente de la Comunidad de Madrid dicen estar adscritos a la Consejería de Interior de ese Gobierno.
La lucha por el poder en Madrid viene de atrás, de cuando Esperanza Aguirre ganó la Presidencia del Gobierno regional y quiso ser presidenta del partido, en contra del criterio de Gallardón. Rajoy no intervino entonces, permitió que se dirimiera la rivalidad dentro de los órganos regionales del partido y Esperanza ganó la batalla de forma rotunda. Casi humillante, hasta el punto de que Gallardón decidió retirar a su candidato a la Secretaría General a la vista de que Aguirre tenía tanta fuerza entre la militancia. Durante un par de años parecían haberse apaciguado los ánimos, hasta que se produjo la nueva derrota del Partido Popular en las elecciones del pasado mes de marzo y Aguirre encabezó el movimiento a favor de plantear la sucesión de Rajoy, mientras que el alcalde se alineó con el presidente del partido. Y esa batalla la perdió Aguirre, que no salió contenta del congreso celebrado en Valencia, donde tampoco logró colocar a Ignacio González como miembro de la Ejecutiva nacional del Partido Popular.
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