sábado, 9 de enero de 2010

Amor y matrimonio

Siempre me ha impresionado ver a una pareja de ancianos ir cogidos por la calle, más hoy que en España se rompe un matrimonio cada 4 minutos, y que muchos jóvenes viven aparejados para no comprometerse. El de los matrimonios mayores tiene mayor impresión cuando se notan, son evidentes las huellas y las cicatrices físicas y psíquicas que han dejado el paso de los años y el sufrimiento en aquellos rostros. Son un poema de fidelidad, que me emociona y me estimula. Supongo que no seré el único. Me parece que ese amor es como el vino añejo. No tendrá, quizás, el empuje y la alegría de un vino joven y menos el de una gaseosa. Pero los buenos catadores escancian vino añejo, no gaseosa con burbujas.

Y es que este amor de por vida no viene rodado ni es fruto del enamoramiento pasajero. Es una conquista diaria y un fruto de muchos enamoramientos. Tantos como duran los años de vida. Está hecho de pequeñas cosas, de detalles, de actos casi invisibles de servicio, de perdón y amor. Algunos –quizá muchos- lo olvidan. Y se van desenamorando poco a poco y de modo casi imperceptible. Hasta que viene el derrumbe total. Entonces, ya no se encuentran con suficientes ganas de luchar y librar la batalla.


Suso do Madrid

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