miércoles, 1 de mayo de 2013

Investidura de Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda





El nuevo Rey, acompañado por su esposa, la nueva Reina consorte, ha jurado su cargo durante la Reunión Plenaria de los Estados Generales ante los más de dos mil invitados en la Iglesia Nueva de Ámsterdam


El futuro de la monarquía holandesa comienza hoy con una tradición milenaria: la ceremonia de investidura de Guillermo Alejandro de Holanda como nuevo monarca. Los minutos se hacen eternos, pero el ceremonial sigue su curso y, pese a la aparente parsimonia del reloj, la Iglesia Nueva se llena con un continuo goteo de invitados a la coronación: miembros del Gobierno, jefes de Estado, la realeza extranjera, familiares y amigos de la pareja… Un total de 2.045 invitados.
A las 14:50 la Familia Real holandesa se dirige al templo desde el Palacio Real: la nueva Princesa de Orange y Heredera al Trono, la princesa Amalia, y sus hermanas, las princesas Alexia y Ariane, las tres vestidas por Natan de azul cobalto, el color protagonista de esta ceremonia, encabezan muy profesionales el cortejo que también integran la princesa Beatriz, de azul como ellas, junto a su nuera la princesa Mabel, esposa del príncipe Friso, que al igual que en su boda y otras grandes celebraciones ha vuelto a ponerse un gran lazo blanco para la señalada ocasión; el príncipe Constantino y su esposa, la princesa Laurentien, que se ha decantado por el rojo, otro de los colores nacionales; las tías del nuevo Rey, la princesa Margarita con su esposo, Pieter van Vollenhoven, la princesa Irene y la princesa Cristina, y sus primos con sus cónyuges.

Se disparan salvas cada cinco segundos en el terreno militar de la Marina en el río IJ que anuncian la salida del séquito del Rey hacia el templo y el momento en el que se despejarán las últimas incógnitas. Los protagonistas llegan con puntualidad a la cita más importante de su nueva vida. El rey Guillermo, de frac, con chaleco blanco y pajarita, y luciendo el manto real de armiño que la reina Beatriz llevara en 1980 en su coronación, una copia del original de 1815 que se usó durante la entronización de Guillermo I, irrumpe a las 14 horas en la Iglesia Nueva junto a la reina Máxima, majestuosa como era de esperar con un vestido con capa azulón del holandés Jan Taminiau, uno de sus diseñadores favoritos, y la espectacular tiara de diamantes y zafiros que el rey Guillermo III regaló a su mujer, la reina Emma.
Mientras recorren con paso firme y sincronizado los últimos metros hacia el trono, seguidos por varios lacayos, pendientes en todo momento de que el manto del monarca luzca en todo su esplendor, la Reina consorte, que sostiene la mano de su esposo, apenas puede contener la emoción. Su hija mayor y Heredera al trono, totalmente consciente de la carga histórica e institucional de la jornada, contempla muy seria la llegada de sus padres bajo los acordes del himno nacional. Ante sus tronos se exponen las insignias del Reino: la pomposa corona —representa la soberanía del Reino de los Países Bajos, aunque está adornada con joyas falsas—, el cetro —símbolo del poder y la dignidad del Rey—, el orbe imperial —encarna el territorio del Imperio—, la espada del Estado, el estandarte nacional y un ejemplar de la Constitución.
El discurso de Guillermo Alejandro de Holanda abre la ceremonia de investidura y arranca las primeras lágrimas del día a la princesa Beatriz: “Durante 33 años mi querida madre ha cuidado con esmero la confianza dada. Ha defendido siempre los valores que definen nuestra Constitución. Fue usted una Reina completamente consciente de su responsabilidad como Soberana. Se dedicó usted con total dedicación a sus obligaciones. Pero fue usted también hija, esposa, cabeza de familia y madre. Hoy quiero rendir homenaje a cada una de sus facetas, especialmente en los tiempos de dificultades. Incluso en los días de tristeza fue usted de la forma más cariñosa un apoyo incondicional para todos nosotros. Sé que transmito los sentimientos de muchos en Holanda y en las Antillas Holandesas cuando afirmo: '¡Gracias por todos estos bellos años en los que usted ha sido nuestra Reina!”.
También hace durante su intervención una declaración de intenciones de su reinado: “Acepto el trono en un momento que para muchos es difícil e inseguro. Los jóvenes hoy tienen menos oportunidades que sus padres. Nuestra fortaleza en estos tiempos debe residir no en el individuo sino en el colectivo. Quiero ser el que una y represente lo que a los neerlandeses nos une”. Entonces, ante la mirada de sus mujeres: de henchido orgullo de su esposa, la reina Máxima; de confianza ciega de su madre, la princesa Beatriz; y de profunda admiración de sus hijas, el Rey ha jurado el artículo 32 de la Constitución.
El momento más solemne de la ceremonia precede el final. El Presidente de los Estados Generales pronuncia su discurso de bienvenida al Rey y, a continuación, los Secretarios leen los nombres de los 146 miembros de los Estados Generales y delegados de Aruba, Curasao y San Martín que juran lealtad al nuevo monarca uno a uno hasta 130 parlamentarios, exceptuando a cuatro ausentes y a otros doce por razones de conciencia. El rey Guillermo Alejandro permanece de pie durante el ritual de las promesas al igual que quienes les prestan juramento, mientras el resto de los invitados continúan sentados. El Presidente da por concluida la Reunión y el Rey de Escudos más antiguo grita: "¡El Rey ha sido envestido! ¡Viva el Rey!". A lo que responden todos los presentes con tres hurras: ¡Hoera!, ¡Hoera!, ¡Hoera! Ha concluido la ceremonia, pero nadie abandona la iglesia. Ha llegado la hora del homenaje musical a la ya princesa Beatriz y el templo se llena del color y la alegría de las angelicales voces del Coro Infantil de Ámsterdam, que interpreta la canción compuesta expresamente para la coronación del rey Guillermo Alejandro por el afamado músico holandés Herman van Veen. Los niños van vestidos con trajes de diferentes colores, pero todos muy alegres. Todos aplauden y los protagonistas se relajan. A los acordes de la música, los Reyes acompañados por su séquito abandonan el templo. Tras ellos, la Familia Real holandesa, los miembros de la realeza y el resto de invitados. Y el reino estalla en vítores, felicitaciones y redobles de campanas.

No hay comentarios: