Mucho han cambiado las cosas, sin duda. Como solía
oír a los mayores en mis tiempos de niña, los tiempos ya no son los que eran. Y
no quiero imaginarme qué dirían aquellos mayores ahora ante el panorama de
tanto circunloquio, cuentachiles, a los que no se han mirado con
cuentahílos, como debió ser, como se le hace a cualquier currante con salario
mínimo interprofesional, afortunado al fin, y, faltando a su diligencia debida
en el desempeño de sus funciones las cuales tienen como objeto principal
respetar el bien ajeno, el de los ciudadanos, y no hacer peligrar aquél, nos ha
llevado donde estamos: en la RUINA, en la VERGÜENZA ¡Qué difícil va a ser poner
sobre nuestra piel de toro un tejido industrial que nos permita trabajar y
desenvolvernos en una sociedad con los pilares del bienestar bien cimentados y
respetados como lo más sagrado, por encima de derechas y de izquierdas! (Menudo
cuento chino ése que se han inventado) Yo no creo que llegue a verlo. Y estoy
segura que es importante reconocer la realidad tal cual para no seguir
engañándonos y no dejar que nos engañen más. Se ha estado haciendo malabarismos
con lo nuestro, con nuestro esfuerzo, con nuestros derechos, los más
fundamentales y elementales como son poder contar con un trabajo y una vivienda
que nos permita una vida digna, sin deber bondades; con las ilusiones y
expectativas de una generación por las que, la anterior, luchó denodadamente y
se sacrificó hasta el límite de dar la vida queriendo contribuir a su
prosperidad y a la de toda la Nación. Pero ¿qué es todo esto? ¡Ná! ¡Bagatela,
barata, barata! Porque, en realidad, sus hijos sí tienen, por generaciones, la
vida resuelta y las entretelas bien forradas!
¿No sabían los políticos de turno que la burbuja
iba a estallar y los efectos que iba a producir? ¡Vamos! Claro que sí. Pero si
para cada cargo político les pagamos sueldos a la carta a cientos y cientos de
asesores. Entonces, ¿qué es para ellos GO BER NAR? A la vista está: subirse al
poder con la convicción de que pertenecen a una clase superior per sé, o por la
gracia de… Así que, súbditos al fin, no tenemos más que asumirlo y vivir, y
morir, como se pueda. Mientras, ¡lo grande que es, con el dinero de esos a
quienes consideran en sus adentros (conscientes o no) súbditos, sin tener que
rendir cuentas a nadie, comprar bancos, mansiones, fiestas, ir elegantes
siempre, coches caros, ir de mariscada y de crucero, comisionar, en fin! Luego,
no pasa nada, viene la Fiscalía, el Juez y, como todos son de la casta, ¿otra
vez nos tienen que hacer la demostración? ¿Es que somos burros, o qué? ¡Se
vuelve a meter el guante en nuestros ahorros y pagan la fianza! O rescatan a
las cajas. O sea, lo que “desaparece” es lo nuestro con su gestión, pero el
rescate vuelve a llenarle a ellos el cajón! Y todo sigue igual, su sentido de
la amistad no falla: para lo bueno y hasta la muerte. Como dijo Voltaire, “Si
alguna vez ves saltar por la ventana a un banquero, salta detrás, seguro que
tiene algo que ganar”.
Isabel Caparrós Martínez
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