miércoles, 6 de febrero de 2013

El PP se pregunta si Ruiz-Gallardón es la mano que mece la cuna en la trastienda del 'caso Bárcenas'


Anticipado el guion de la investigación interna abierta por la tesorera del PP sobre el ‘caso Bárcenas’, falta por conocer la identidad de quien, en palabras del propio Mariano Rajoy, aspira a ganar algo “en rio revuelto”. Como en cualquier indagación policial compleja, dentro del PP se apunta como principal agraciado por la onda expansiva del escándalo a Alberto Ruiz Gallardón, “siempre dispuesto a sacrificarse por el partido”, en palabras salpicadas de ironía de un veterano parlamentario de su grupo.
LAEDICION.NET.-REDACCIÓN.- “Alberto está esperando, por si hace falta dar un paso al frente… y sacrificarse”, comenta con sarcasmo este diputado del PP, consciente de que el ministro de Justicia es uno de los miembros del Gabinete que mayor discreción ejerce y menos exposición pública ha tenido desde que se descubrieron los 22 millones guardados por Luis Bárcenas en Suiza. En estos días ha hablado bastante Esperanza Aguirre, para pedir que el partido se querelle contra el ex tesorero, se ha pronunciado Alberto Núñez Feijóo, para defender la honorabilidad de Rajoy y advertir de que ha empeñado su palabra, y solo lo ha hecho de corrido el ministro de Justicia para anticipar, en una tácticca muy medida, que el PP aclararía con transparencia la contabilidad del PP.
Esperanza Aguirre pide una querella contra Bárcenas, Feijóo advierte que Rajoy ha empeñado su palabra y Gallardón se mantiene en un silencio muy medido
El silencio, que ha aprendido tarde a practicar, casi siempre le ha dado a Gallardón buenos resultados. No lo guardó en 2008, cuando intentó el fallido salto a las listas del Congreso y tuvo enfrente a Esperanza Aguirre: “No me podéis hacer esto”, le dijo compungido a Rajoy delante de Ángel Acebes, poco después de recibir el no por respuesta y tener que digerirlo frente a la presidenta madrileña en la agobiante cabina del ascensor de la sede de Génova. Tres años después, tras una medida operación de acercamiento al entonces líder de la oposición, consiguió su trofeo, el cuarto puesto en la candidatura por Madrid, ascenso que pensaba podía catapultarle, ni más ni menos, que a la cartera de Fomento, la que mayor inversión pública maneja. Sus ambiciones volvieron a jugarle una mala pasada y quedó en el escalón de Justicia, donde en el último año ha colisionado con todos los colectivos del sector.
Las ambiciones de Gallardón volvieron a jugarle una mala pasada cuando su mirada apuntaba a la cartera de Fomento y se tuvo que conformar con la de Justicia
Cuando el pasado sábado, Rajoy entonó en su partido el discurso de autodefensa personal, se aireó con un amplio abanico de sospechas. Allí apuntó que las notas filtradas sobre la supuesta contabilidad del partido “inflaman el fariseísmo más descarado por parte de quienes piensan que tienen algo que ganar en este río revuelto”. Aunque evitó especular sobre las intenciones de estos pescadores, el presidente aconsejó a la mano anónima que mece la cuna que no se canse porque, “mediante el acoso” ni se va a “encoger” ni va a dimitir. Ninguna de las fuentes del PP consultadas cree que Rajoy estuviera enviándole un aviso a Gallardón, más bien intuyen que es posible que estuviera pensando en Bárcenas y, desde luego, de forma mucho más directa, en Rubalcaba, cuando no solo le reprochó que diera por buenas las informaciones sobre la “falsa” contabilidad del partido, sino también que promoviera las “técnicas de agitación” que están facilitando las redes sociales, un fenómeno demoledor donde los haya dentro de los nuevos usos políticos.
En el PP se comprueba que Rajoy tiene la sensación de estar sufriendo una especie de chantaje que busca, en una primera fase, causarle un daño político irreparable y, en el fondo, desalojarle de la presidencia del Gobierno mediante dos vías alternativas: el relevo voluntario por otro candidato de su partido previo sometimiento al Congreso de los Diputados o bien el adelanto precipitado de unas elecciones generales.
En sus 16 años de dedicación a la vida autonómica y municipal madrileña, el hoy ministro de Justicia forjó amistades peligrosas, entre ellas la de Florentino Pérez y Gerardo Díaz Ferrán
Como en cualquier investigación policial clásica que se precie, cabe preguntarse a quién beneficia el crimen. Y aquí la mayoría de las miradas dentro del PP se dirigen a Gallardón, uno de los pocos pesos pesados de la organización a los que todavía no han salpicado las réplicas del ‘caso Bárcenas’ ya que permaneció alejado de su maquinaria nacional durante los 16 años que dedicó a la política autonómica y local madrileña. Las amistades peligrosas que en este tiempo forjó, desde Florentino Pérez a Gerardo Díaz Ferrán, están copiosamente documentadas y se han visto reflejadas en un puñado de operaciones urbanísticas que arrojan un balance desastroso para una capital que concentra más del 22% de la deuda municipal de España.
Quien conoce bien a Gallardón en el PP comenta que su ambición desmedida supone, entre otras cosas, un mal pago a Rajoy, pues el actual presidente fue quien le libró, quizás, de caer de lleno en la trama Gürtel. Uno de los episodios menos conocidos se remonta a 1997, cuando Rajoy ocupaba la cartera de Administraciones Públicas en la época de Aznar y descubrió que un amigo suyo de Pontevedra, Gerardo Lorenzo, comenzó a familiarizarse con Francisco Correa, entonces desconocido para el gran público. Rajoy le aconsejó al entonces presidente madrileño que se alejara de Lorenzo, asesor fiscal de conocidos empresarios, aunque Gallardón no debió seguir esta sugerencia al dedillo pues siete años después, ya como alcalde, adjudicó varios contratos a la empresa Special Events, implicada en la red corrupta, por una suma superior a los 153.000 euros, recuerdan fuentes del PP. Gallardón justificó el “error” por una manipulación de un informe técnico.
En su etapa como presidente madrileño, Gallardón recibió el consejo de Rajoy de que se alejara de su amigo Gerardo Lorenzo, quien llegó a estar familiarizado con la trama de Correa
Quien ha comprado a la primera el billete del relevo de Rajoy al frente de la presidencia del Gobierno es Alfredo Pérez Rubalcaba, en buena relación con Gallardón y ungido también por la amistad con Florentino Pérez. El líder socialista ha solemnizado este domingo la propuesta de dimisión del presidente del Gobierno y su sustitución por otro candidato del PP. La tibia respuesta que dio en un principio al hallazgo de los 22 millones que Bárcenas tenía en Suiza, muy criticada por los ‘barones’ territoriales del PSOE, le ha obligado a subir el diapasón de su ofensiva, con la intención de estirarla como el chicle hasta el debate del estado de la nación previsto para el próximo día 20, donde espera llevar contra las cuerdas a un Gobierno debilitado por la crisis económica y las sospechas de corrupción.
Hace solo tres meses, Rubalcaba comentaba a los suyos que era un disparate precipitar en el PSOE la convocatoria de primarias para la elección del candidato ya que Rajoy iba a agotar al máximo la legislatura y no convenía facilitarle ninguna diana. En estos momentos, el discurso que se escucha en Ferraz es diferente: Rajoy puede verse en la tesitura de tener que adelantar las legislativas si el ‘caso Bárcenas’ provoca una fractura mayor de la que se ha conocido hasta ahora dentro del PP. Sin embargo, en el Gobierno hay al menos dos ministros del área económica que hacen una mueca de ironía cuando se les presenta este hipotético escenario. “¿Elecciones antes de ver los primeros brotes verdes…Qué pasa, que alguien cree que nos hemos vuelto locos?”, comentan.
"¿Elecciones antes de ver los primeros brotes verdes? ¿Qué pasa, que alguien cree que nos hemos vuelto locos?", comentan dos ministros del área económica
Pero con independencia de la salida que se termine dando en el PP a esta crisis, huérfana de momento de cadáveres en la loneta, faltan todavía por ver capítulos inéditos que saldrán de la Audiencia Nacional y de las comisiones rogatorias enviadas a Suiza. Esta secuencia todavía desconocida es la que conduce a algunas voces pesimistas del grupo parlamentario popular, que también las hay, a sentenciar que “esta legislatura ha terminado”. Parece que entramos, pues, en un compás de espera.

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