domingo, 26 de mayo de 2013

El príncipe de Ibiza





  • El heredero del imperio Matutes estrena parque temático para multimillonarios
  • Una de las suites cuesta 10.000 euros la noche, una de las más caras de mundo
  • Invertirá de 300 millones para convertir una playa en una mini ciudad del lujo
LAEDICION.NET.-En jacuzzi que hay frente a la cama han metido una cuchara de madera gigante. También hay otra en el jacuzzi de la terraza, en el que cabrían con comodidad unas cuatro personas. La cojo y empiezo a remover el aire de la bañera vacía. Abel Matutes, hijo del ex ministro de Asuntos Exteriores de José María Aznar, me observa con preocupación. Desde allí veo el Mediterráneo y la isla de Formentera, pero me acuerdo de Dominique Strauss-Kahn y de Silvio Berlusconi. Otra vez. Ya me habían venido a la cabeza un minuto antes, en la cama, mientras ojeaba el menú de aromaterapia con el que ambientar los 200 metros cuadrados de la habitación más grande de Ibiza; y el menú de almohadas, justo al lado del kit sexual con preservativos, lubricantes, el pequeño vibrador y una bombona de oxígeno.
También me acordé de ellos en otra habitación, una que llaman 'fashion victim', con el techo lleno de espejos circulares y la X-Box al lado de la ducha transparente que preside la estancia, como una cápsula para teletransportarse al espacio exterior.
"Va, baja de ahí", me dice Abel. Atravesamos uno de los salones de la habitación, con una mesa de DJ para celebrar fiestas privadas y otra mesa en la que poder reunir el consejo de ministros de un gobierno sobredimensionado.
Luego cruzamos otro salón, y un bar privado. Abel Matutes habla y abre cajones y puertas. De una sale una bodega y de la otra un vestidor en el que podría aparcar un furgón blindado. Todo forma parte de la suite 'I’m on top of the world', una de las habitaciones más caras y lujosas del mundo. En cuanto Abel Matutes y yo la abandonemos la siguiente persona que cruce su umbral deberá abonar 10.000 euros por pasar una sola noche. Ya está reservada para varias semanas. "¿Te he dicho que la habitación viene con mayordomo?", dice Abel.
Caminamos por los pasillos del Ushuaïa Tower, la nueva joya del imperio hotelero del Grupo Matutes, fruto de regar un viejo hotel de la familia con 25 millones de euros. Ahora se ha convertido en un satélite del Ushuaïa Beach, un malabarismo de la imaginación del primogénito del ex ministro que se ha convertido en una máquina de fabricar millones de euros por hora, y en el que el lujo obsceno y la música electrónica inspiran las excentricidades y alimentan los caprichos de las mayores fortunas del mundo.
El epicentro de este parque temático para adultos son las curvas de su piscina de nunca jamás, salpicada de gogós imposibles que bailan junto a las camas balinesas de los VIP, o nadan en copas de champán al ritmo de los Djs más famosos del momento, seducidos por Matutes a golpe de talonario para robárselos las míticas macrodiscotecas de la isla; o simplemente permanecer tumbadas sobre plataformas flotantes para ser contempladas como estatuas en biquini de diosas tiranas.
Se piden botellas de vodka de 3.000 euros y champán de 100.000 y 46.000, que se pagan con la huella dactilar, conectada a la tarjeta de crédito del cliente. A veces se lo beben y otras solo lo piden para echarlo por encima de sus acompañantes, la última tendencia en desvaríos de la zona VIP. A su alrededor circula el caviar, el jamón de jabugo, el sushi y los platos de fruta recién cortada. Los tacones de las chicas hacen crujir las conchas de las ostras mientras con una cucharilla introducen fresas en sus copas de champán. Cada noche las colas de los clientes serpentean entre los dos hoteles, muchos llegados a bordo de limusinas, hummers, deportivos descapotables y las famosas furgonetas mercedes de cristales tintados que tanto gusta alquilar a los miembros de la familia real saudí.
"No sé", le comento a Abel Matutes, "creo que este año me falta algo, ¿no habéis preparado nada más?". Abel piensa durante un rato. "Podemos mandar un avión privado a buscarte a cualquier parte del mundo y traerte al hotel". "¿En serio?". Abel asiente con la cabeza. Cuando hace ya tres años a Abel Matutes se le ocurrió gastarse 22 millones de euros para montar el primer tinglado su padre comentaba a los vecinos de la isla que su hijo les iba a "arruinar". Al año siguiente empezaba las obras de su gemelo y en diciembre el Ministro de Turismo, José Manuel Soria, le entregaba la Medalla de Oro al Mérito Turístico a la innovación. En los próximos meses, el colibrí que identifica a Ushuaïa volará con forma de franquicia a los lugares más lujosos del planeta.
"En tiempos de crisis la gente de clase media no tiene dinero, y el poco que tiene no se lo quiere gastar, por lo que había que ir a por las clases altas", explica desde la terraza del Ushuaïa Tower, salpicada de barras de bar fabricadas reciclando reactores de aviones DC-10. Sin duda una metáfora de la reciente entrada del Grupo Matutes en Air Europa. La guinda de un imperio de medio centenar de hoteles en España y América, una naviera y participaciones en bancos y decenas de empresas con las que en 2012 generaron unos ingresos de 600 millones de euros.
"No te imaginas lo que hay que hacer para ganar una peseta", recuerda que le decía su padre cuando era pequeño, cada vez que le negaba un capricho. Desde la terraza del UshuaÏa Tower, Abel muestra su visión para Platja d’en Bossa, la más grande de Ibiza, salpicada de negocios que exhiben las arrugas de la prehistoria del turismo. Matutes quiere convertir todos los hoteles en cinco estrellas, construir un campo de golf y un gran centro comercial. Tiene 300 millones de euros quemándole en el bolsillo y asegura que generará 3.000 puestos de trabajo estables, sin contar los 1.000 más que necesita para su construcción. Quiere empezar las obras en septiembre pero la administración local todavía no acaba de aclararse con el papeleo, y además parece no tener ninguna prisa. "Si no se dan prisa, esto se perderá", asegura su padre.
De momento, durante los próximos 130 días la maquinaria del Ushuaïa no se detendrá. Al margen de los que ocupen las 417 habitaciones de los dos hoteles, más de 20.000 se pasearán este fin de semana por su piscina y cerca de medio millón lo harán a lo largo del verano, previo pago de entradas que rondan los 60 euros. Hace muchas semanas que no hay sitio en las camas balinesas, cuya reserva asciende a 6.000 euros. Tras sus cortinas de babel se escucha ruso, árabe y el año pasado una lengua que no reconocí. "Es indio", me informaron dos chicas con bañador y alitas, que se hacían llamar ángeles, y que se dedicaban a ir de cama balinesa en cama balinesa dando masajes en la cabeza, en la espalda, o cantando al oído de los clientes a cambio de la voluntad.

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