domingo, 23 de junio de 2013

Alrededor de Níjar: un pantano lleno de arena y un volcán granate





Alrededor de Níjar podemos encontrar múltiples sorpresas si lo que nos gusta es descubrir nuevos destinos y de paso, aprender un poco de nuestra historia. Así, esta ruta está dedicada a observar y conocer cómo a veces se tienen ideas visionarias que si bien fracasan en un momento de la historia, señalan luego toda una realidad. Este es el caso del extraño pantano de Isabel II, entre Níjar y Lucainena, que se ha quedado como un faraónico testigo de una política de regadío un tanto errónea.
La idea de un visionario
Corría el año 1821 cuando un empresario almeriense, Diego María Madolell, ve la posibilidad de construir una presa que pudiera convertir en tierras de regadío las bastas extensiones del campo de Níjar en lo que hoy ocupa Campohermoso. Tras una serie de obstáculos varios, se logra inaugurar en 1850 una presa que aprovechara las afluencias de la rambla Carrizal y que en una primera previsión, debería regar una extensión de 84.000 hectáreas para luego rebajarse considerablemente y dejarlo en 17.000 hectáreas. Pero el pantano casi desde su inicio sufrió la inclemencias del tiempo en una zona donde las sequías eran prolongadas y, sobre todo, donde la llegada de agua era por torrentes que arrastraban la arena hacia el vaso del pantano y que lo anegaría a los pocos años. El desconocimiento del régimen pluviométrico de la zona, y la falta de estudios hidrológicos previos hizo el resto, dejándolo como un colosal monumento a la negligencia. Para llegar allí, vamos por la carretera de Níjar a Lucainena donde, a unos seis kilómetros, veremos el cartel del pantano, dentro de lo que el ayuntamiento de Níjar propone como Tura del Agua, y que nos indica la dirección a seguir por un camino de tierra. Con el coche casi podemos llegar al mismo pantano pero un servidor recomienda fehacientemente dejar el vehículo y estirar esas demasiado veces agarrotadas piernas. Dicho este consejo, nos chocará ver al iniciar el camino la frondosidad del terreno que contrasta con la aridez el entorno gracias a que el suelo está compuesto por tierras y fértiles arenas de arrastre de la rambla y que se acumularon entorno a este fallido pantano.
Al llegar, divisamos la casa de los ingenieros, con sus sólidos sillares y la garita desde donde tenemos una impagable vista del pantano. Sus enormes escalones de piedra pueden ser recorridos, siempre con cuidado para no comprobar la ley de la gravedad en nuestras propias carnes.
Volcán de colores
Este monumental embudo del pantano de Isabel II (que todo hay que decir que no estuvo esta monarca para inaugurarlo como algún que otro cree) nos recuerda al cono de un volcán y nada mejor que dirigirnos al Hoyazo, al que podremos acceder desde la autovía y casi en el mismo cruce, sale una pista de tierra que discurre paralela a la autovía (dirección Murcia) que nos lleva a una de sus paredes caídas y visibles desde la propia calzada.

En primavera, es todo un espectáculos manto de flores que nos lleva a este volcán que no es un volcán propiamente dicho si no el resto de un edificio volcánico submarino que se erosionó y sobre el que fueron creciendo arrecifes coralinos. Cuando emergió del Mediterráneo, la erosión fluvial hizo el resto, formando un espectacular valle circular sobre el que se elevan los arrecifes fósiles. Sus rocas volcánicas son las dacitas de color gris, salpicadas por un llamativo mineral rojo y redondeado: los granates que dieron fama al lugar.



















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