Sr. Director:
Las Navidades siempre han sido unas fiestas muy emotivas para mí, como lo son para toda persona que ha recibido el don de la fe, porque reconocemos en el Niño de Belén al Hijo de Dios, venido a la tierra para redimirnos.
Pero este año, además de celebrar el nacimiento de Jesús he tenido la gran suerte que también esa misma noche nacía mi nieta Johanna. Tenía que haber nacido la semana próxima, pero ella probablemente al oír a sus primos que estaban alegres cantando villancicos, ha debido pensar yo también quiero participar de esta gran fiesta. Y, cuando estábamos dispuestos preparando la mesa para la celebración navideña ha venido al mundo, sin hacer ruido, en muy poco tiempo. Es una niña preciosa y muy buena. No podía ser de otra forma ya que ha sido la Virgen la que nos ha hecho este precioso regalo, permitiendo que llegase al mismo tiempo que su Hijo.
“Quién no acoge a Jesús con un corazón de niño, no puede entrar en el reino de los cielos: esto es lo que San Francisco quiso recordar a los cristianos de su tiempo y de todos los tiempos, hasta hoy”. Así nos lo ha recordado Benedicto XVI en el día de Navidad.
Siempre lo entendí perfectamente, pero este año con mí pequeña nieta “indefensa” he comprendido más que nunca el amor de Dios hacía nosotros al convertirse en hijo suyo, en este Hijo de Dios, que se ha hecho hombre. ¡Ha nacido el príncipe de la paz!, ¡Ha nacido mi nieta!
¿Acaso puede haber una alegría mayor?
A todos os deseo un ¡Feliz 2010!
Elena Baeza
lunes, 11 de enero de 2010
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