domingo, 19 de mayo de 2013

La Cubana hace reír y pensar en un gran ejercicio de teatro total




 


LAEDICION.NET.-Una cosa es la moral social y otra la ética. Una cosa es el amor y otra el matrimonio. Pero como puede que todo venga envuelto en el mismo papel de regalo, La Cubana ha convertido en teatro total esa mezcla, desplegando su depurado dramaturgia para hacer reír y pensar -todo junto- por el mismo precio.

El XXXVI Festival de El Ejido no ha podido contar con mejor estreno, no sólo por el éxito cosechado por ‘Campanadas de boda’, sino porque que el nombre de La Cubana evoca algunos de los mejores recuerdos de la muestra teatral ejidense.

Después de casi treinta años poco más se puede añadir a la maestría dramática de esta compañía. En ese ocasión, si acaso, se puede apuntar algo más, porque La Cubana ha traído a El Ejido una producción que no parece de esta época de crisis, por la ambiciosa envergadura de este espectáculo.

Costumbres nupciales
‘Campanadas de boda’ pone todas las costumbres nupciales de nuestro tiempo al otro lado de esa lupa mágica que parece poseer desde sus orígenes de modo que el teatro, en estado puro, inunda hasta la última butaca.

Todo empieza como en el mejor teatro cómico convencional, pero desemboca al final en el más genuino estilo La Cubana. En una primera parte, la preparación de una boda permite adentrarse en los entresijos de las convenciones sociales. En la segunda, la pieza adquire una dimensión inesperada y rebasa los límites no sólo del escenario sino también del propio Auditorio.

El Ejido protagonista
El Ejido y los ejidenses se convierten en protagonistas de referencia de esta obra, porque Jordi Milán ha querido acercar al público la trama lo más posible, aunque eso le cueste a la compañía readaptar la pieza a cada ciudad que visitan. En este caso, las calles y los lugares más concurridos y personajes conocidísimos son citados constantemente, sin perder de vista el entorno de la agricultura intensiva y algunos giros y expresiones populares que tienen el doble valor de arrancar una carcajada al tiempo que no dejan de ser un pequeño homenaje a El Ejido.
El plantel de personajes que dan vida a este retablo de la actualidad son impagables. Todo el mundo conoce a alguien muy parecido a cualquiera de ellos. De ahí en adelante, los experimentados actores de La Cubana consiguen mantener una altísima cota de intensidad dramática, a un ritmo a veces endiablado pero manteniendo siempre la mayor precisión en las réplicas y en los movimientos en el escenario.

El conflicto está siempre latente, no sólo en la propia acción, sino en el tono emocional de los actores. Por eso, es tan penetrante y convincente al mismo tiempo la tierna ironía que subyace en el guión. Una sarcástica invitación de reconocernos en nuestras pequeñas miserias personales y colectivas, que no encuentran mejor marco para desnudarse en público que la embocadura de un escenario.

Por todo esto, la obra permite una doble lectura. Por un lado, la reflexión sobre una sociedad que ha perdido sus ritos tradicionales y no sabe ya cómo resolver sus necesidades de mantener las apariencias y, de otro, una excelente comedia de toda la vida, en el caso de que no quiera profundizar demasiado. Y, de propina, una exquisita comparación con las costumbres tradicionales de otra cultura, la cual se adueña de la segunda parte de la pieza de un modo que merece la pena ir a disfrutarlo como sorpresa.

Todo el mundo puede sentirse retratado en ‘Campanadas de boda’  A fin de cuentas, el mejor retrato de una sociedad es siempre una foto de bodas.
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