sábado, 12 de diciembre de 2009

La bien pagá se confunde de periodista

LAEDICION.NET.-D.M.. Después de años defendiéndola, Isabel Pantoja arremete contra Saúl Ortiz en su último concierto en Barcelona. Lo confundió con otro periodista. Estos días está siendo noticia una confusión que Isabel Pantoja tuvo en su último concierto en Barcelona. Diez de la noche. Un aplauso cerrado recibe a la cantante en el escenario. Ella mira de reojo, temblorosa, ausente. De repente, una figura le parece recordarle a mí. Gira la cabeza. Para la música. Pantoja se refiere a mí: “Tú, Saúl Ortiz, eres lo peor de Cataluña, vete de aquí, fuera, conmigo no has sido buena persona, eres lo peor del concierto, vete de aquí”. Una pitada generalizada acompaña sus palabras. Ella está entregada, pero debe seguir cantando. Vuelve a referirse a él: “apunta, apunta, a ver si apuntas también lo bueno”. Sin embargo, lo más llamativo del concierto llegó cuando la tonadillera desapareció de escena para cambiarse de vestuario. Sus enfurecidas fans elevaron la voz e insultaron, sin piedad, al periodista que ocupaba un asiento preferente en el Palau. Él, asustado ante lo que estaba ocurriendo, optó por agachar la cabeza e intentar relajarse. Hubo quien le amenazó, incluso le zarandeó violentamente. Las leves notas musicales del piano de cola que presidía el escenario dieron paso a gritos de “pelea, pelea” que lograron desorientar a más de uno. Varios miembros de seguridad del lugar, alertados por dos de los altos cargos del recinto, se acercaron hasta la primera fila para evitar que la sangre llegara al río. Más de una estaba dispuesta a abofetear al informador porque su ídolo se había sentido herida. Bochornoso. Minutos después, y tras mantener una conversación con Justo Molinero en la que le explicó que ese al que había llamado Saúl era Luis Troquel, periodista de El Periódico, y que los directivos del Palau estaban pidiendo una rectificación.

Pantoja reapareció más gitana que nunca. Pidió perdón, meneó su bata de cola y volvió a disculparse. Dice que me confundió por arte de birlibirloque. Demasiados focos y demasiado sudor. Arriquitaun. Al término del concierto, y tras los dos besos de rigor que Chelo García Cortés le plantó en señal de duelo, la representante María Navarro le concedió el beneplácito para que descendiera a la caverna y se reuniera con niña Isabel en su camerino. En un entorno más íntimo, Pantoja se deshizo en insultos hacia mí. Dijo que era un auténtico “hijo de la gran puta”. Me puso fino filipino. Las paredes oyen. Troquel, admirador de su cante, le tendió la manó y pasó página: “una anécdota más en mi vida”, me dijo cuando le pregunté. Ella, sin embargo, sigue amparándose en el ardor. Maldad sin medida. Ahora sus acólitos la defienden a ultranza, arrastrando a lo personal un asunto que poco o nada les concierne. Sin embargo, no seré yo quien, como ella sí ha hecho (y ahora tendrá que demostrar), empiece a sacar a lavar trapos, trapitos y trapotes profesionales de Chelo García Cortés. Suerte y al toro. Tampoco voy a referirme a Raquel Bollo, quien a las puertas del ‘Sálvame’ me amenazó con ventilar aspectos de mi vida privada. Ella se cree que todo el monte es orégano. Es la mujer que mejor ha rentabilizado un ojo morado en la Historia. Ellos, sus acólitos, han sabido jugar muy bien sus cartas. Nunca soportaron que tuviera relación con Isabel Pantoja. Era suficiente que hubiera un periodista defensor en Telecinco y otra en Antena3. Era la propia Isabel la que me explicaba, cuando la luna empezaba a menguar, cómo y por qué malmetían contra mí.

Sola ante la adversidad

Isabel Pantoja está sola. No habla bien de casi nadie. Sus acólitos le ríen las gracias, pero en el fondo a todos les mueve un interés común. Sus amigos de verdad, los que la querían a tiempo completo, se han esfumado. José Manuel Parada, por ejemplo, uno de los hombres que más y mejor la conocía es uno de esos cadáveres que Isabelita va dejando a lo largo y ancho de la carretera. Un buen día decidió girarle la cara. Ella que tanto le quería. Ella que decía que lo amaba: “Él y yo somos de la familia”, me dijo un día. Hasta que esa familia se truncó. ¿El motivo? Pantoja se excusa diciendo que nunca podrá soportar el día en el que José Manuel, periodista y gran comunicador, mantuvo una charla con Maite Zaldivar. Absurdo en tinta negra. Será que Chelo García Cortés no habla, comenta y hasta se ríe con sus enemigos públicos. Paradita sí que era un buen amigo, él es un tío en el que se puede confiar. La pena es que él es leal y nunca hablará, porque si él largara se moverían las montañas. Igual que Charo Reina, a la que dejó de hablar por algo parecido. Maruja Díaz y María del Monte son otras que también fueron y dejaron de se

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