miércoles, 31 de diciembre de 2008

El reto de la convivencia en Almería

Cientos de trabajadores piden cada día trabajo en los invernaderos • Las condiciones de vida empeoran
Aún es de noche y en cualquier plaza céntrica de El Ejido, La Mojonera, Roquetas o Vícar muchos inmigrantes esperan la llamada de un empresario para poder trabajar en los invernaderos. Estamos en plena campaña agrícola y la mano de obra que se necesita es mucha, aunque no tanta como en temporadas anteriores.

La crisis también hace mella en un sector que ha absorbido en los últimos cuarenta años a los parados de la provincia, ha atraído mano de obra de las limítrofes como Granada y Murcia y al final se habierto a la inmigración, hasta el extremo de que hoy no se concibe un sector agrícola, que factura al año casi dos mil millones de euros, sin la aportación de los inmigrantes. Sin ellos sería imposible concebir el proceso productivo que comienza con la construcción del invernadero, la plantación, enarenado, desarrollo y recolección de la cosecha.

La convivencia pacífica tuvo un antes y un después tras los sucesos de El Ejido del año 2000, en los que murió una mujer española a manos de un marroquí cuando intentaba evitar un robo. Los incidentes llevaron a todo el pueblo a la calle contra los inmigrantes. La gravedad fue tal que llevó a las administraciones (Gobierno, Junta de Andalucía y Ayuntamientos) a tomar conciencia de la situación. Se hicieron serias promesas, especialmente en vivienda y seguridad, que al final han quedado casi en nada.

Desde entonces y hasta hace tres meses (un subsahariano muere a manos de un hombre de etnia gitana en Roquetas de Mar) la normalidad ha presidido la convivencia diaria en los pueblos con mayor número de inmigrantes de la provincia (El Ejido, Vícar, La Mojonera, Níjar, Roquetas de Mar, Cuevas del Almanzora y Albox). El aumento del desempleo entre la comunidad inmigrante ha llevado a las calles a un gran número de estos, que ante la falta de trabajo deambulan por los pueblos.

Juan Martínez es un empresario agrícola que tiene una explotación de dos hectáreas en El Ejido y emplea a siete inmigrantes en las tareas diarias de su invernadero. "La situación es insostenible", dice compungido y preocupado. "Cada día pasan por mi explotación no menos de cien inmigrantes pidiendo trabajo y, la verdad, ya no se que hacer. Me paso más tiempo en la puerta del invernadero que trabajando. Desconozco lo que puede pasar en el futuro".

Los últimos sucesos de La Mojonera, -una nueva muerte de un subsahariano a manos de un marroquí que quería robarle la cartera y el posterior estallido de violencia callejera,- dibuja el polvorín sobre el que se asienta la convivencia entre ciudadanos de más de cien nacionalidades en muchos de los pueblos de Almería. Una convivencia que se deteriora en la misma medida en que el número de parados aumenta, el trabajo se convierte en el bien más preciado y las horas de asueto se pasan en los bares, locutorios y calles de barrios marginales, en los que, a falta de dinero, el entretenimiento se circunscribe a la búsqueda de un jornal a primera hora de la mañana y, si no se consigue, -algo cada día más habitual- se camina a pasar el tiempo de forma barata y a lograr, como sea, el sustento diario, que muchas veces pasa por el hurto de hortalizas en los invernaderos.

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