sábado, 20 de marzo de 2010

El anuncio de divorcio de Esteban, y ya van tres; por Jesús MARIÑAS

LAEDICION.NET.-Belén Esteban volvió a anunciar ayer su divorcio en «Sálvame» y parece La Parrala. Que sí, que sí, que no, que no. Con ésta ya van tres veces, a ver si al final rompe su matrimonio y nos deja tranquilos con esas desavenencias conyugales tan bien aprovechadas en televisión. No le demos mucha importancia, como Ortega Cano hace al ver cómo le complican la existencia. El torero pone raciocinio en la batalla campal entre los Mohedano y su clan, que siempre ha sido una piña discreta.Pero todo tiene un límite y es comprensible que perdiera los nervios al prohibir a su hermano sentarse en un plató. Eugenio es el único que habla claro, denuncia y desenmarcara, como Antonio David Flores, que puso a caldo a Rosa Benito, a quien, junto con Antonio Tejado, rebautiza como «La veneno». Algo de esto utilizó también Eugenio, que había pactado largar de lo lindo en los viernes de Antena 3. Incluso pidió que le anticiparan 6.000 euros. Pero dio marcha atrás ante el enfado del torero, que frenó la incontinencia verbal de quien, además de hermano, es socio suyo en un negocio con el que Eugenio redondea los 300 euros que tiene de jubilación.Pero su espantá, suplida con una presunta «cámara oculta» que resultó más explícita de lo que sería su comparecencia física, exhumó temas archivados por la vergüenza familiar, como revelar que el día de la boda de Rocío Jurado y José terminó como el Rosario de la Aurora y a palos recalentados por el fino y las botellas de whisky. Según la versión explicada, y hasta ahora casi secreto de Estado, un tío de los Ortega fue apaleado por Amador y unos parientes de Rosa, entre ellos un tal Javi. Tanto se encabronaron que el hermano polémico de la chipionera fue reducido gracias a un palo de béisbol. Qué nochecita de bodas.Desde entonces la situación es irreconociliable y los Ortega se quejan de que el pacifismo de su hermano permite excesos y consiente insultos, hablan de humillación permantente, presuntamente permitida por el matador, que se ve entre dos fuegos. Malpiensan que, a lo mejor, Rosa y Amador podrían contar cosas que no le beneficiarían, es una especie de chantaje mudo. Pero latente, al menos para los nada calenturientos hermanos Ortega, que respiraron al ver que el respondón Eugenio aceptó quedarse en casa, no pisó el plató y hasta devolvió los 6.000 euros solicitados como anticipo para tapar agujeros.

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