lunes, 28 de mayo de 2012

Adriana Mosquera Fraga: la calle es mía

- Tiene 19 años y es nieta del recientemente fallecido político gallego
- Cuando tenía tres años se trasladó junto a su madre a vivir con su abuelo a Monte Pío


- Recuerda que Loyola de Palacio lo visitaba con frecuencia: "Creía que eran novios"
LAEDICION.NET.-:/ Redacción Pasará a la historia por haber sido ministro de Información y Turismo y vicepresidente del Gobierno con Franco; padre de la Constitución, presidente de la Xunta y fundador del Partido Popular. Pero para Adriana Mosquera Fraga (A Coruña, 1993), Manuel Fraga pasará a la historia por ser su "abuelito".
Lo cuenta sentada en el suelo de la habitación del hotel de la Gran Vía donde se acaban de hacer las fotos de este reportaje. Cerca del balcón, para poder fumar: "Quiero bajar el ritmo", me explica mientras da una profunda calada a su Marlboro. Los últimos acontecimientos no han ayudado. Hace un par de meses su padre, un hombre que desapareció de su vida cuando ella tenía tres años, la contactó a través de Facebook: "Mis padres se divorciaron y nunca se volvieron a ver. Cuando recibí su mensaje se me saltaron las lágrimas". La muerte de Manuel Fraga había precipitado el encuentro entre padre e hija: "Cuando murió mi abuela, mi madre y yo nos fuimos a vivir con mi abuelo a Santiago de Compostela. Él fue como un padre para mí". Entonces, Manuel Fraga era presidente de la Xunta y residía en el palacio de Monte Pío. "Alberto Nuñez Feijóo [actual presidente de la Xunta] siempre me dice que ahí tengo mi cuarto preparado para cuando quiera ir", me cuenta con una sonrisa.
Cuando murió mi abuela, mi madre y yo nos fuimos a vivir con mi abuelo a Santiago de Compostela. Él fue como un padre para mí"

Pero Santiago ahora le queda lejos. Hace un año Adriana se trasladó a Madrid y se instaló en un piso cerca de Moncloa, donde vive sola. "El cambio ha sido brutal, pero no quería ir a un colegio mayor", explica. En la capital estudia un curso de Relaciones Públicas aunque lo que de verdad le interesa es la moda. "Me gustaría ser modelo. Siempre estoy al tanto de las tendencias y suelo customizar mi ropa", me cuenta mientras me muestra una cazadora que ella misma ha decorado con tachuelas.
Aunque "tachuelas" y "Fraga" pueda parecer una combinación complicada, Adriana asegura que su abuelo nunca reprendió sus gustos. Ni siquiera cuando se atravesó la nariz con un piercing: "¿Qué es ese adornito tan mono que llevas ahí?", se limitó a decir.
De su infancia junto a su abuelo, Kikola —apodo cariñoso que viene de 'quica', una palabra para denominar a las gallinas pequeñas— recuerda ver el Telediario juntos cada noche: "No entendía que estuviera en la pantalla y a la vez sentado a mi lado". Con él aprendió a jugar al dominó —"le encantaba"— y a disfrutar de los veranos en Perbes, el refugio de Fraga al borde del mar, donde ella y su madre también tienen una casa. Allí muchas veces lo visitó Loyola de Palacio, con quien el político mantenía una excelente relación. "Yo creía que eran novios", ríe Adriana que casi no conoció a su abuela. Mientras desgrana sus recuerdos es consciente de lo insólita que ha sido su vida, aunque no siempre la figura de su abuelo despertaba el cariño de su entorno: "En el colegio el 'Nunca mais' me persiguió durante años. No te imaginas lo crueles que pueden ser los niños.
Ahora, tras su muerte, ha decidido seguir fielmente su consejo —"el año que viene empiezo Derecho"— y se lamenta de no tener a su abuelo para consultar posibles dudas. ¿Se imaginan charlar con Manuel Fraga sobre el  making of de la Constitución?

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