LAEDICION.NET.-D.M.-Es seguro que, cuando Mario Vargas Llosa pronuncie el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2010 el próximo 10 de diciembre en Oslo, descubra al mundo entero un secreto: el proceso creativo de cómo afronta la escritura de una novela, género que más ha prodigado, junto con el ensayo, el teatro y el periodismo.
Sin embargo, éste es un secreto a voces que ya comparten muchos lectores españoles y latinoamericanos, dado que el escritor peruano acostumbra a desvelarlo directamente en múltiples conferencias e indirectamente en libros de ensayo de narratología (“Cartas a un joven novelista”, por citar uno en concreto).
Aunque Vargas Llosa confesó recientemente que aún desconoce el contenido de su discurso del Nobel, es ya casi una tradición que sus palabras, como otros galardonados, versen no sólo sobre su biografía como escritor y lector, sino también sobre sus autores de cabecera, sus rituales, su manera de entender la literatura, la génesis de sus obras: ¡cómo demonios pare un libro!, en definitiva.
“Los escritores son distintos; y lo son por diferentes razones, entre otras por la manera por la que escriben, por las fuentes de su inspiración, por sus métodos de trabajo, por sus filias y por sus fobias secretas”, dijo Vargas Llosa en una conferencia impartida en la Fundación March de Madrid, allá por 2007.
Escribir cada día
No en vano, hace un año y medio, en la presentación en Casa de América de su libro de ensayo “El viaje a la ficción - El mundo de Juan Carlos Onetti”, el autor rememoró aquella conversación en San Francisco con el escritor uruguayo. En ella, Onetti sintió estupor cuando Llosa le confesó que escribía con un horario, cada día, bajo una estricta disciplina, como “un oficinista. En cambio, Onetti era caótico en su escritura, anotaba y desordenaba notas sueltas, escribía cuando le venía la necesidad.
Así, Llosa recuerda la célebre frase de su colega uruguayo, aquélla en que Onetti mencionaba que Vargas Llosa tenía una relación marital con la literatura, mientras que, para Onetti, que escribía por impulso o a ráfagas, ese vínculo creativo era más un vínculo adúltero.
La elección del tema
“Los temas siempre se me han impuesto a partir de ciertas experiencias vividas. Todas las historias que he escrito, desde que era adolescente, han nacido de algo que hice, que vi, que oí o que leí; y ello me deja unas imágenes en la memoria que generan un fantaseo, el embrión de una historia. Al principio, no sé si ese boceto prosperará”, ha explicado Llosa.
La semilla de una novela
Si a lo largo de semanas, esa vaga semilla germina, Vargas Llosa toma notas, fichas, apuntes, que le tracen las trayectorias hacia el esquema casi definitivo. Es entonces cuando fija desde dónde parte el personaje y hacia dónde avanza la acción.
Llosa configura así el esqueleto de una historia, hecho que le retrasa apenas unas semanas (“La casa verde”; y “Pantaleón y las visitadoras”, por ejemplo), meses, años, incluso décadas (“El guerra del fin del mundo”), como él mismo ha mencionado en sus intervenciones públicas. Una vez metido en la rutina de “la escritura por la escritura”, el autor de “Confesiones en la catedral” ha desvelado que continúa su viaje creativo mediante otro proceso inevitable para él.
Documentar un mundo de ficción
“La documentación es fundamental, pero no con la objetividad de un investigador científico o un sociólogo. A mí, no me interesa la verdad, sino familiarizarme con el mundo que voy a inventar. Esa documentación me suscita imágenes e ideas que incorporo a la novela”, ha expuesto Llosa.
Para el escritor de Arequipa, la documentación es “fascinante”, porque en algunos casos dicho proceso investigador le ha hecho cambiar por completo el rumbo de la novela que tenía esbozada. Mientras tanto, escribe, escribe y escribe, sin pausa y, sobre todo, sin detenerse en corregir “ese magma” que poco a poco llena las páginas en blanco.
El placer de reescribir una novela
“Escribo con la sensación de que todo lo que estoy escribiendo es una pura porquería. No importa, se trata de vencer el desánimo que se apodera de mí cuando inicio la novela. Porque lo que de verdad me gusta no es escribir, sino rehacer, corregir, editar, cortar, añadir, descolocar los episodios, crear pistas falsas, crear misterios”, ha revelado Vargas Llosa.
Sus maestros literarios
Según el flamante Premio Nobel, en pleno proceso creativo, él mismo es consciente de que la técnica (la manera de contar, y cómo contar, la novela) es fundamental. No en vano, en sus primeras novelas, como “Los cachorros”, emerge el experimentalismo. Sin embargo, nos avisa de que la técnica no puede ensombrecer la historia novelesca. Así, Vargas Llosa siempre reitera que aprendió la carpintería del oficio narrativo de dos grandes maestros Willian Faulkner y Gustave Flaubert.
“Faulkner fue el primer escritor que leí y estudié con un lápiz y un papel en la mano asombrado de cómo organizaba las historias, descolocaba al lector y lo confundía para enriquecer la novela. Leyéndolo aprendí cómo un novelista tiene que inventar dos cosas: un narrador (omnisciente, testigo, etc.) y el tiempo de la narración (tiempo creado a partir de un tiempo sicológico)”, expresaba.
“Otro escritor fue Flaubert, que lo leí cuando llegué a París. Cuando algún joven escritor me pide consejo siempre le digo que lea la correspondencia de Flaubert con su amante y los cinco años en que estaba escribiendo esa novela. Cuando descubrí `Madame Bovary´ descubrí qué escritor quería yo ser. Flaubert comenzó como un escritor que carecía de talento, pero tenía conciencia de sus limitaciones y una voluntad de hierro, perseverancia y terquedad, en querer escribir una obra maestra, con”, nos develaba a hace tres años en aquella conferencia en la Fundación Juan March.
Cuándo termina su novela
Finalmente, Mario Vargas Llosa también ha confesado que termina una novela cuando siente que, si no lo hace, “la novela terminará con él”. Es en ese momento, cuando es consciente de que los retoques empeoran el texto o cuando ve que ya no puede mejorarla.
“Uno se pasa uno o tres años viviendo con los personajes. Es una sensación de orfandad que combato poniéndome a trabajar inmediatamente en algo totalmente distinto”, ha asegurado.
A él le ha tocado este año que la Fundación del creador de la dinamita le concediera el máximo galardón de las letras por su “cartografía de las estructuras de poder y de sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, la rebelión, y la derrota".
Los lectores que desde ahora se aproximen a la obra vargasllosiana (todo Nobel debe disponer de un adjetivo vinculado a su nombre) descubrirán pronto cómo escribe el nuevo Premio Nobel de Literatura: palabras, consejos, que, seguramente, el escritor peruano incluirá en el discurso del 10 de diciembre en Oslo.
En su libro “Cartas a un joven novelista”, hay un extracto muy flaubertiano que Vargas Llosa enuncia con lucidez y que sería necesario repetir en formato postdata.
Postdata: “Sólo quien entra en literatura dispuesto a dedicar a ella su tiempo, su energía y su esfuerzo, creará una obra que lo trascienda”, ha dicho.
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