miércoles, 26 de octubre de 2011

Loquillo: Rock, poesía y política


“Me sorprende muchísimo el hecho de que a la gente todavía se le juzgue por la ideología que tiene”
Vuelve Loquillo, y con la lengua tan afilada como siempre. En “Su nombre era el de todas las mujeres” interpreta una decena de poemas de Luis Alberto de Cuenca, adaptados por Gabriel Sopeña y producidos por Jaime Stinus. Eduardo Guillot conversa con él.


Texto: EDUARDO GUILLOT.
Fotos: THOMAS CANET.


Llega el tercer disco de Loquillo dedicado a la poesía. Tras “La vida por delante” y “Con elegancia”, Luis Alberto de Cuenca protagoniza al completo “Su nombre era el de todas las mujeres”. El poeta, miembro de la polémica Real Academia de la Historia y Secretario de Estado de Cultura durante el gobierno de José María Aznar, pone en bandeja al Loco unos textos que giran en torno al universo femenino, la noche y la nostalgia. Gabriel Sopeña ha musicado y adaptado los poemas, Jaime Stinus se ha encargado de los arreglos y la producción, Fernando Pereira convierte cada canción en un lienzo, Arturo Pérez-Reverte firma el texto introductorio del álbum y Susana Koska, cineasta, militante feminista y pareja de Loquillo, comparte portada con él. Pasen y lean. Hay de todo y para todos.
Dice Gabriel Sopeña en las notas del disco que la idea inicial del proyecto se remonta a 1996. ¿Por qué ha tardado tanto en concretarse?
A veces, hay proyectos que, sin saber el motivo, te muestran indicios a lo largo del tiempo. Esto empieza un día en que estoy en Cartagena, haciendo la mili, en 1980, y me despiertan en plan stalinista, con todos los focos encendidos, y suena: “Hola, mi amor, yo soy tu lobo” [tema de la Orquesta Mondragón]. Después de dos meses, acabas odiando al tipo que escribió la puta canción. En 1999 llega la segunda parte. Por un lado, descubro que ese señor se llama Luis Alberto de Cuenca. Por otro, Gabriel Sopeña me pasa un poema suyo que es una letra de rock (‘Cuando pienso en los viejos amigos’) para el disco “Con elegancia” (1998). Y, además, acabo trabajando con Jaime Stinus [ex guitarrista de la Orquesta Mondragón], que había sido el otro responsable de la canción. Eso son muchas casualidades. A partir de ahí, le digo a Gabriel que deberíamos trabajar en la poesía de Luis Alberto y que el próximo disco tiene que estar dedicado a un poeta vivo, español, contemporáneo y moderno. Y que haya tenido el rock como base. Entonces, me presento en su despacho cuando es Secretario de Estado de Cultura y le digo que quiero grabar un álbum con sus poemas. Evidentemente, no era el momento. Decidimos que mientras durara su carrera política no íbamos a hacer nada. Cuando terminó, yo ya contaba con temas maquetados por Gabriel, pero como también estaba involucrado en otros proyectos, él siguió trabajando y optamos por retomar el asunto cuando contáramos con una cantidad importante de canciones.
¿Eso nos sitúa en el presente?
Eso ocurrió hace cinco años, que fue cuando empezamos a seleccionar el material. Yo estoy al borde de los cincuenta y me doy cuenta de que la poesía que me interesa de Luis Alberto, la que puedo asumir, es la que se sitúa en la franja entre los 35 y los 50 años. Hacemos una criba y quedan menos de veinte temas, que pasan a manos de Jaime Stinus, para que trabaje en los arreglos y en la búsqueda de una linea argumental. Entonces observo que la iconografía y el mundo femenino nos permiten cerrar el tema. Creo que no hubiera sido posible hacer este disco antes, por una cuestión de edad y porque un proyecto así tiene que estar mimado, como lo estuvieron los dos anteriores discos de poesía. En ese aspecto, pienso en mi trayectoria personal y creo que es el álbum perfecto después de “Balmoral” (2008). Asumo un rol adulto, que es lo que buscaba. Al mismo tiempo, es una obra coral, por lo que no es un disco exactamente de Loquillo, sino una obra que cada vez se abre más: No solamente están Jaime, Luis Alberto y Gabriel, sino que también vuelvo a trabajar con el pintor Fernando Pereira, responsable de ilustrar las canciones. Por otra parte, buscaba un formato arty, distinto al disco-libro, que tuviera presencia de libro pero que aunara todas las artes. Si le añadimos la portada, con la cineasta Susana Koska, todo el mundo iconográfico de Luis Alberto queda englobado. Para hacer todo eso hay que medir cada paso y pensarlo muy bien. Todo ha salido en el momento adecuado.
Dices que es el disco lógico después de “Balmoral”. De hecho, allí ya había una letra de Luis Alberto, temas de Sopeña y trabajo de Stinus. Por otra parte, cuando grabaste los anteriores discos de poetas, el sonido era muy diferente al de tus discos con Trogloditas, mientras que las conexiones sonoras entre “Balmoral” y “Su nombre era el de todas las mujeres” son obvias. Esta llegando un momento en que no se va a distinguir entre una cosa y otra. ¿Se está diluyendo cada vez más la barrera entre el Loco rockero y el de los poetas?
Yo pienso que, en ese aspecto, se está creando el monstruo definitivo [risas]. Sabía que con “Balmoral” me acercaba al personaje, pero me faltaba un punto más. Este ya es el personaje real. Lo que ocurre es que cuando yo llego a un personaje definitivo, me voy a otro. Tengo muy claro que después de este disco habrá otra obra coral y que me meteré en el garaje a lo bestia.
¿Se puede contar algo de eso, o todavía no?
Bueno, Igor Paskual no tocará en esta gira, porque está presentando su LP en solitario, pero tiene un encargo del jefe: Ponerse a trabajar en un disco de garaje. En su momento se harán públicos otros nombres, porque, como decía, también es una obra coral.
Volviendo al disco, está claro que la figura de la mujer y el universo femenino son el corpus temático del álbum, pero me gustaría saber con qué te identificas personalmente de los poemas de Luis Alberto.
He hecho un ejercicio de actor. Absolutamente. Era el personaje que me gustaría interpretar. Me identifico con la nostalgia de ciudades de entreguerras, de las colonias de ultramar, de los países lejanos en el sentido de que no son reales, pero los hemos visitado en películas y libros… Hay una añoranza absoluta del siglo XX y de esos personajes que se llamaban de fin de siglo a finales del XIX, pero adaptados al siglo XX, donde todavía nos encontramos. Lo estamos abandonando, pero hasta dentro de cinco o seis años no habremos entrado realmente en el XXI. Es un momento de cambio.
Te has puesto el traje de actor. ¿Eso quiere decir que tomas distancia con respecto a lo que estás cantando?
Hago un ejercicio personal. A diferencia de interpretar a poetas que ya no existen, con los que simplemente te limitas a cantar, cuando se canta a un poeta vivo tienes que asumir lo que es él y convertirte, en cierta manera, en su altavoz. Asumir su discurso personal, tender puentes, buscar lugares de encuentro… Entre Luis Alberto y yo, después de tantos años, hay una simbiosis necesaria, por mi parte, porque tenía que empaparme de su forma de vida. Aunque hay muchos puntos en común, como el cómic o el cine, tenía que asumir de qué manera habían llegado esos poemas hasta mí, el personaje, las vivencias personales, y crear un vínculo. Tienes que ir a Salamanca, conocer malcasadas y chicas con las que te reencuentras después de muchos años, tienes que pasear por la Castellana a altas horas de la mañana, vivir en el barrio de Salamanca… Tienes que hacer un ejercicio de actor total y absoluto, no solo para poder cantar esas canciones, sino para interiorizarlas y poder trasladarlas. He tenido la suerte de poder hacer ese trabajo con tiempo. No ha sido de un día para otro. Y, en cierta manera, he mutado. Eso siempre me ha gustado mucho. “La vida por delante” (1994) era un acercamiento a la poesía de alguien que la desconocía. Y en “Con elegancia”, el tema de Jacques Brel lo impregnaba todo, se notaba mucho la influencia francesa en mi cultura. Aquí estamos hablando de otra cosa, de algo que se acerca mucho más al mundo del rock. Casi es un disco de rock, a diferencia de los dos anteriores, en que abordaba el folk, la canción francesa o el jazz. Como dice Luis, sin saberlo había compuesto unas canciones para que yo las cantara. Creo que es así, porque tengo claro que Madrid ya tiene su ‘Cadillac solitario’, que es ‘Cuando vivías en la Castellana’. Este es, además, mi quinto disco de temática madrileña. Estoy un poco alucinado. “Nueve tragos” (1999), que se hizo en la Torre de Madrid, “¿Dónde estabas tú en el 77?” (1984), “El ritmo del garage” (1983)… Son discos madrileños. Y, por supuesto, “Balmoral”.
Al asumir el personaje y sus vivencias, ¿asumes también su ideología?
Yo creo que, tanto el uno como el otro, venimos de lugares opuestos, pero ambos hemos escapado de ellos y nos hemos encontrado en un punto. Tanto él, por su implicación como Secretario de Estado de Cultura, independiente, eso sí, como yo, por todo mi pasado de apoyo al PSOE, Izquierda Unida y Los Verdes de José María Mendiluce. Supongo que existe cierto cinismo, cierto desencanto, que me recuerda, salvando las distancias, y un poco de coña, a los personajes del final de “Casablanca” (Michael Curtiz, 1942): Humphery Bogart y el capitán de la policía. Viniendo de lugares diferentes, coincidimos en un punto. Quizá por eso el disco rezuma nostalgia. Por otro lado, ha sido muy enriquecedor conocer sus posturas después de estar donde ha estado.

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