lunes, 23 de abril de 2012

Eugenia Martínez de Irujo habla de su vida como aristócrata rebelde

- "Desde que mi hija se fue a Londres ha madurado. Le va mejor en los estudios" - "Creo que soy bastante avanzada. No me asustan los cambios, es más, los agradezco"
- “Mi madre nos ha hecho tomar conciencia de la suerte de nacer en nuestra familia” pesar de su título de duquesa de Montoro, Eugenia Martínez de Irujo no es una aristócrata al uso: lleva tres tatuajes, colabora con una ONG infantil, trabaja de diseñadora y educa a una hija preadolescente. Despúes de un largo tiempo sin conceder entrevistas, habla por primera vez con Vanitiy Fair de esa vida que se ha forjado, independiente de la casa de Alba. De su título dice: "Lo llevo porque a mi madre le hace ilusión, ¿eh? Jamás lo uso". Y afirma, además, "nunca me he criado con gente de clase alta, siempre he elegido a mis amigos porque me lo han demostrado. Me da exactamente igual de qué clase sean. Es más, me aburre bastante el tema de la alta sociedad". Sobre su hija Cayetana, de 12 años, que este año se ha ido a estudiar a Londres, cuenta que le costó mucho separarse de ella pero piensa que "necesita aprender a valerse por sí misma, a tomar sus decisiones". Y que desde que se fue "ha madurado, le va mucho mejor en los estudios, no tiene distracciones, nadie la conoce". Eugenia se pasa casi todas las mañanas en la Fundación Pequeño Deseollí tiene una mesa llena de papeles ni más grande ni más pequeña que la del resto. Trabaja como una más en un proyecto que pretende inyectar un poco de optimismo a los niños que llevan mucho tiempo hospitalizados. Y para ello, Eugenia se implica absolutamente: "Nunca me rindo, ni en esto ni en otras cosas, siempre tengo claro lo que quiero". E implica también a su familia: "Mis hermanos me han servido muchísimo, desde conseguir un caballo hasta conseguir a una celebridad. Mi madre también. Ha acudido siempre a los actos que le he pedido". Incluso a su hija Cayetana: "Desde pequeña siempre que he podido me la he llevado a la fundación. A ella le gusta, es muy cariñosa y ayuda en lo que puede". El reportaje de Vanity Fair muestra a una Eugenia espléndida con su nuevo look: la melena corta que le da un aire rockero, el estilo casual chic y sin apenas joyas, y con ese desenvoltura y sinceridad que parece estar en el ADN de las mujeres de la casa de Alba: "Yo no me como las cosas, digo lo que pienso. Creo que es lo más sano". Y añade: "Me gusta arriesgar en la vida. Si no arriesgas no consigues nada. Pero cuando siento que no debo hacer algo, no lo hago. Nunca me engaño a mí misma". El mundo alrededor de Eugenia está en pleno cambio. Su madre se casó y repartió su herencia y a ella le tocaron la casa de Ibiza y el cortijo de La Pizana en Sevilla. El Palacio de Liria de Madrid se alquila para eventos y su hermano Cayetano ha declarado que la Casa de Alba tiene que modernizarse y no puede seguir viviendo de las rentas de los antepasados. Pero parece que Eugenia se ha adelantado a todos, porque una duquesa que es voluntaria en una ONG, a quien no le gustan las grandes joyas ni los vestidos demasiado sofisticados, que luce tatuajes en la muñeca, en el cuello y en el pie, y que dice que su héroe favorito es 'Mazinger Z' y admira a las personas "que se hacen a sí mismas, que empiezan de la nada y acaban triunfando"... ¿no es moderna? "Me ha tocado vivir esta época y voy con los tiempos. Creo que soy bastante avanzada. No me asustan los cambios, es más, los agradezco".

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